Hasta el último de sus informes de gobierno, Andrés Manuel López Obrador no cambió la narrativa ni los temas principales de su sexenio: combate a la corrupción, primero los pobres y obras emblemáticas.
En el discurso que pronunció este domingo en el Zócalo capitalino, agregó otros asuntos que ocupan un espacio importante en la agenda pública del momento. Pero otros tantos, como el caso de los desaparecidos y el narcotráfico, por la captura de El Mayo Zambada, no le merecieron una sola mención.
Hizo énfasis en la llegada de Claudia Sheinbaum a la Presidencia, la Reforma al Poder Judicial y la supuesta transformación del sistema público de salud. Como decimos en el argot de los periodistas, ahí estuvo la nota del Informe.
En primer lugar, porque destacó, como uno de sus principales logros, que la estafeta del gobierno pueda entregársela a una mujer, a Sheinbaum, a quien mencionó en cinco ocasiones durante su discurso y ovacionaron a una sola voz los miles de personas reunidas en la Plaza de la Constitución.
La describió como una mujer excepcional, experimentada, honesta y, sobre todo, de buenos sentimientos, de buen corazón, afín a los principios fundacionales de nuestro movimiento de transformación y auténtica defensora de la igualdad, de la libertad, de la justicia, de la democracia y de la soberanía.
Sobre la Reforma Judicial, “improvisó” una consulta a mano alzada y preguntó a sus seguidores si estaban de acuerdo en que el Senado o el presidente siguiera designando a magistrados, jueces y ministros. Nadie alzó la mano, por supuesto.
Y cuando preguntó si estaban de acuerdo en que el pueblo noble y honesto los eligiera, todo mundo levantó el brazo. Preguntó también si había alguna abstención y prevaleció el silencio.
Nadie podría esperar algo diferente. AMLO sabe cómo manejar a la masa. Conoce a su audiencia, confían en él, su mensaje es directo y claro, conecta con emociones, apela a valores compartidos, crea un sentido de urgencia y deja en sus manos el poder de decisión. El método nunca falla.
Y sobre el tema de la salud, nunca aceptó que han fallado con el abasto de medicamentos o la atención médica. Por el contrario, habló de números positivos, estadísticas, ahorros y mejoras, tanto que, como si fuera una broma, dijo que el sistema de la salud en México no es como el de Dinamarca, es mucho mejor. Algo que sólo creen el Presidente y sus seguidores.
Lo único que reconoció como un pendiente fue no haber podido resolver el tema de los estudiantes de Ayotzinapa, pero de los más de 100 mil desaparecidos en todo el país no hizo una sola mención.
AMLO anunció que la del domingo fue la última vez que hablaría en el Zócalo de la capital. Se despidió feliz y, a manera de adoctrinamiento, pidió a todo mundo alejarse de los bienes materiales. Aparecerá nuevamente el 15 de septiembre sólo para arengar el Grito de Independencia. Y el 1 de octubre entregará la Presidencia a Claudia Sheinbaum.
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EN OTRA PARTE DE SU INFORME, AMLO dijo que se rescató de la corrupción al ISSSTE, cuando llegó al gobierno.
Y se lo preguntó en vivo y a todo color a la secretaria de Seguridad: ¿Verdad, Rosa Icela? Cuando llegamos al gobierno, hasta las camillas estaban privatizadas; o como decían subvencionadas, subrogadas, todas esas palabrejas que se inventaron en el periodo neoliberal.
Ahora, dijo que el ISSSTE ha vuelto a ser una institución con servicios públicos integrados. Se rehabilitaron 548 clínicas y hospitales, además de que cuenta con 10 nuevos hospitales, entre otros logros.
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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “El problema de los informes de gobierno es que pueden ser sinceros o interesantes, pero nunca ambos a la vez”.
POR ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO
ALFREDO.GONZALEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM
@ALFREDOLEZ
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