Hace varias décadas el gran contador de historias Irving Wallace escribió un libro “El Hombre” en el que planteo la posibilidad entonces imposible- de que un hombre de raza negra accediera a la presidencia de los Estados Unidos, en ese tiempo se dieron las luchas por los Derechos Civiles que encabezó Martin Luther King y la defensa de los trabajadores del campo bajo el liderazgo de César Chávez, pasaron muchos años y, finalmente, esa utopía se convirtió en realidad con la presidencia de Barack Obama.
Las contradicciones dieron lugar a una nueva elección, en la que renació la supremacía blanca, el odio y la discriminación con el triunfo electoral de Donald Trump.
Nuevamente aparece en el escenario electoral una mujer de origen indio y jamaiquino, que inesperadamente se ha convertido en una verdadera candidata con amplias oportunidades de ganar por el Partido Demócrata, Kamala Harris.
El martes pasado se enfrentaron estas dos visiones distintas, y de manera inesperada, la soberbia y la actitud prepotente de Donald Trump fueron castigadas severamente por la retorica y la oratoria de su contendiente.
En efecto, desde antes de empezar el debate, Kamala se acercó cortésmente a darle la mano a su oponente, su presencia fue demoledora, su sonrisa un tanto sarcástica y burlona, y sus ademanes y miradas la posicionaron frente a un Trump que se veía desencajado e incompetente. Trump repitió las mentiras de siempre y su gastado mantra de atribuirle a la inmigración todos los males que aquejan al Imperio.
Mientras tanto, Harris fue capaz de plantear un proyecto social, económico y político congruente. Cuando fue atacado el presidente Biden, Kamala subrayó que ella no era Biden y arremetió –con toda su lógica bien estudiada— contra el racismo, el odio y el fanatismo, que hacia recordar las hogueras flameantes del Ku Klux Klan.
Kamala mantuvo la serenidad, planteó una continuación de un proyecto de salud, y su contendiente no pudo desmentirla. Estaba sorprendido de cómo era posible que una mujer de color arremetiera contra él, con tanta intensidad y claridad.
Por supuesto, un debate no define una elección donde los electores están en un empate técnico, y Trump cuenta con simpatizantes que le van a perdonar sus delitos y sus errores. Ella tiene que luchar contra la corriente y darle una esperanza al pueblo estadounidense de prosperidad y de concordia.
La moneda esta en el aire, pero sin duda este debate servirá para que muchos indecisos apoyen a esta candidata, que demostró no ser débil ni tímida.
Para México y para Claudia Sheinbaum, en particular, sería mejor el trato con otra mujer –como ella— emergida de las clases medias, que con un misógino abierto, que pretendería despreciarla y avasallarla.
Nosotros no tenemos ni voz, ni voto, pero de esta elección depende el futuro inmediato de la humanidad; mientras Trump amenaza con un baño de sangre si pierde las elecciones, y hasta con la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, Kamala con inteligencia y profundidad abre un espacio a la solidaridad social.
En cincuenta días conoceremos el resultado de esta elección, que sin duda será importante para el desarrollo de México.
POR ALFREDO RÍOS CAMARENA
CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM
PRESIDENTE DEL FRENTE UNIVERSITARIO LATINOAMERICANO (1958-1962)
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
MAAZ