COLUMNA INVITADA

El delito de ser juez… y abogado

La persecución padece de sustento ideológico pues no es más que es la revancha del rencor, la vendetta del capricho y el disfraz que esconde el motivo verdadero: el control del Poder Judicial

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

William L. Shirer en su Diario de Berlín reseñó lo siguiente: “Debo recordar la proclama de Navidad del doctor Ley: ‘El Führer está siempre en lo correcto. La madre es la máxima expresión de la feminidad. El soldado es la máxima expresión de la virilidad. Dios no puede castigarnos por esta guerra, él nos ha dado la oportunidad de probar si somos dignos de nuestra libertad’”. Sí, todo a expensas de lo que el líder diga, por eso ¿cuál libertad cuando se está a sometido al capricho, deseo u ocurrencia del pueblo de un solo hombre?

Por lo tanto, si la única voz “válida y legítima” que es reverberada por sus incondicionales –como fue el caso del pseudo filósofo fascista Robert Ley– les indica algo habrá que obedecerlo ciegamente. Por ejemplo, si es el momento en que las personas juzgadoras, incluso las abogadas y abogados, resultan prescindibles en la sociedad moderna, y así lo ordena el señor de horca y cuchillo, con eso basta para denigrar la profesión del jurista y la vocación judicial.

Todavía podría comprenderse semejante disparate si hubiera ideología –por absurda que fuera– que respaldara tal despropósito. Por ejemplo, en la antípoda comunista Marx y Engels encuentran a jueces y abogados como la manifestación culmen del capitalismo y la explotación –no sin cierta razón, pero sólo basada en la experiencia pragmática de la conducta humana y no atribuible a la profesión como defecto inherente–. Del mismo modo, la Revolución francesa tuvo su revancha contra el gremio judicial el cual que tenía una deuda histórica con el pueblo. La utopía de Tomás Moro iba en la misma dirección. Vaya, por lo menos había razón histórica e ideología.

Lo que ahora vemos como una persecución encarnizada contra las y los juzgadores y de paso contra las y los abogados en México carece de reclamo –que sin duda existe, pero son atribuibles a las deficiencias de otros actores institucionales y sin entender que el problema exige una visión amplia–. Del mismo modo, la persecución padece de sustento ideológico pues no es más que es la revancha del rencor, la vendetta del capricho y el disfraz que esconde el motivo verdadero: el control del Poder Judicial.

Hanna Arendt en Eichmann en Jerusalén, analiza y reflexiona lo siguiente: “Hitler dijo que amanecería el día en que, en Alemania, sería considerado como una ‘vergüenza’ tener la profesión de jurista, quizá hablaba, harto consecuentemente, de su sueño de instaurar una perfecta burocracia”.

A la vez, en El escape de la libertad, Erich Fromm se preguntaba cómo en un país tan letrado y liberal como Alemania pudieron elegir a un monstruo que definiría la historia de ese país y de buena parte del mundo occidental en el siglo XX. La respuesta, de acuerdo con Fromm, es la de un miedo inconfesable a la libertad, una libertad negativa consistente en elegir “libremente” la sumisión y la obediencia.

Sin libertad, sin personas juzgadoras, sin Derecho, pero con la alegre o conveniente sumisión al cabecilla en turno.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA CARRANCÁ
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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