En medio del Apocalipsis chairo, es decir, del final de la democracia mexicana, Germán Martínez logró a llamar nuestra atención sobre una propuesta que probablemente no sea de consenso, porque esas, según todos los indicios, ya se acabaron, pero que merece serlo: ¿y si le dan la Medalla Belisario Domínguez a Marco Antonio Solís?
Aunque al compañero Martínez se le da la provocación y aunque es, igual que el Buki –como se le llama con cariño y respeto–, de una categórica michoacanidad, la propuesta no fue ni una boutade, ni un mero acto de nacionalismo de patria chica. Va en serio, y así, en serio, la propuso Germán en la cámara alta. En su opinión, don Marco Antonio es un estupendo candidato a la medalla del Senado porque, en un México tan dividido, o digámoslo bien: tan peleado, tan cerrado al acuerdo, tan irreconciliable, lanza, canción a canción, un mensaje de concordia.
La propuesta de Germán me parece incontestable. No creo que ni siquiera el gran Marco Antonio sea capaz de inyectarle buen rollo a esta locura y es probable que no tenga esa intención como prioridad, pero la lectura que hace el senador de sus canciones es acertada.
En un país donde la música popular abunda en declaraciones de rencor contra la que no te hizo caso o te traicionó, de hombres de verdad que defienden su honra con la 9 mm en la mano y de crónicas de borracheras infernales culminadas en road movies híper violentas a lo largo del territorio nacional, el Buki se ha ganado a todos con canciones llenas de, dice Germán y es cierto, cariño, y de apelaciones al perdón, tristes y muchas veces llenas de un vacío implacable, el vacío del amor que ya no está, pero siempre generosas y sobre todo precisas, con precisión de buen escritor, en la manifestación de los quereres.
Es casi una falta de respeto para los lectores, que no están para obviedades, pero acuérdense de esos títulos que son parte del soundtrack de todos nosotros: “Si no te hubieras ido”, “Tú cárcel”, “Mi mayor necesidad” o “Más que un amigo”, con la que seguro, queridos lectores, varios se han, nos hemos, sentido identificados. Y un largo etcétera.
La cosa es que don Marco Antonio, con la única competencia de Los Tigres del Norte, Los Ángeles Azules y muy poco más, es el gran clásico vivo de la música popular mexicana, lo que es decir mucho.
¿Le toca al Senado hacer un reconocimiento a la música de todos, a la música de las bodas, los bautizos, las graduaciones del sobrino y las fiestas con los amigos? Sin duda.
No todo son tributos a los santones culturales, por supuesto muy necesarios, o –como recientemente– a la militancia rascuache. Así que sí: la Belisario, pongámonos de acuerdo, para él. Agarramos, la celebramos y, si quieren, luego nos seguimos peleando, pero con la tranquilidad de espíritu que dan los actos de justicia.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
MAAZ