COLUMNA INVITADA

La desalinización en México

El tema del cuidado del agua deber ser, desde ahora y para siempre, un apéndice de la agenda de Seguridad Nacional para cualquier administración

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

El agua es un líquido fundamental para el desarrollo de la vida, así como para numerosas actividades humanas; aunque en la actualidad, como se sabe, es un bien escaso, por lo que es necesario desarrollar nuevos sistemas que permitan un mejor aprovechamiento de este recurso natural en el planeta, y por supuesto, en el territorio nacional.

El tema de su cuidado deber ser, desde ahora y para siempre, un apéndice de la agenda de Seguridad Nacional para cualquier administración que gobierne este país, ya que su existencia garantizará cierto margen de autonomía económica y política al país.

Al respecto, además, de su preservación de acuerdo con las tendencias de consumo, muchas metrópolis como el Valle de México, la zona conurbada de Monterrey, (a pesar de la modernización de su sistema de abastecimiento de agua), la zona metropolitana de Jalisco, entre muchas otras ciudades del norte de la República, se encuentran en un riesgo inminente de perder su capacidad de suministro de este líquido vital.

Lo que estos eventos anuncian es inminente. La disponibilidad de agua para consumo humano es cada día menor. En otras palabras, la población nacional en grandes porciones del país padece un estrés hídrico, el cual se presenta cuando la demanda de agua potable es más alta que la cantidad que se tiene disponible.  

Por lo que, la pregunta indicada respecto a este tema tal vez debería ser ¿de dónde habrá de extraerse el agua para consumo humano para los siguientes años de continuar este fenómeno?

Entre las muchas opciones que políticos y académicos han sugerido para revertir la crisis, se encuentran las plantas desalinizadoras. Y es que el mar territorial que corresponde a México abarca cerca de 232 mil kilómetros cuadrados. Esto representa una disponibilidad incalculable de agua salada que, mediante el proceso de desalinización, se convertiría en agua dulce.

Existen diversos procedimientos mediante los cuales se pueden llevar a cabo, estos procesos de transformación.

  1. Sistemas térmicos (destilación térmica, MSF, MED; destilación solar, CV, etcétera.)
  2. Sistemas de membrana (ósmosis inversa; electrodiálisis).
  3. Otros: Intercambio iónico; congelación, energía nuclear.

Al respecto es importante mencionar que el sistema más utilizado en Europa y América para desalar el agua es la ósmosis inversa (OI), que consiste en aplicar presión a una solución salina y hacerla pasar a través de una membrana semipermeable, por la que sólo pasa el agua y las sales son retenidas en su mayoría. Este método provoca un alto consumo energético.

Otra técnica común en Medio Oriente es el uso térmico, el cual consiste en aplicar al agua energía en forma de calor para evaporarla y luego condensarla. A su vez, el condensado se recolecta ya en forma de agua dulce o baja en sales.

Actualmente el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) cuenta con un renovado inventario nacional de desaladoras. En función de su base de datos, refiere que existen en México 320 sitios donde están instaladas desalinizadoras y en éstos últimos hay 435 plantas.

Esta infraestructura se halla distribuida en todo el país. El estado con el mayor número de desaladoras es Quintana Roo, con 124 unidades; le sigue Baja California Sur, con 71. Este último cuenta con la planta municipal más grande de México, en los Cabos, que produce 200 litros por segundo de agua potable y abastece a una parte de Cabo San Lucas.

Es una concesión por 20 años a una empresa española, y el costo por metro cúbico actualmente está alrededor de los diez pesos con cincuenta centavos. Un esquema público /privado que garantiza la puesta en marcha de este tipo de proyectos.

Otro punto importante para destacar es que, cuando se hace un proceso de desalinización, se obtienen dos productos: agua baja en sales (a la cual se le tiene que dar un postratamiento para el consumo humano y no provocar corrosión en las tuberías); y la salmuera (un concentrado de sales de rechazo, las cuales tienen que ser desechadas de forma correcta).

De acuerdo con información publicada por The New York Times, cada 378 litros de agua de mar producen alrededor de 189 litros de agua potable y otros 189 de salmuera, cuyo contenido de sal es casi el doble que el del agua de mar.

En este orden de ideas, las empresas sostenibles se caracterizan por reutilizar sus desechos y darles un nuevo uso. Este principio también se puede aplicar a la salmuera de las desaladoras.

Existen ocho elementos frecuentes en las salmueras: fósforo, cesio, indio, rubidio, germanio, magnesio, cloruro sódico y cloruro potásico. Estos elementos pueden extraerse mediante diversas técnicas y ser económicamente viables en su comercialización, debido a la gran multiplicidad de usos que se les pueden dar.

Una forma de procesar estos minerales es mediante la técnica empleada en Israel y Grecia conocida como “brine mining”. Esta estrategia consiste en la obtención de sales y productos químicos, a partir de fluidos con elevada concentración de sal. Su aplicación más frecuente es la producción de sal de mesa.

Aunque otro uso de la salmuera muy apreciado es para el deshielo de carreteras. La sal es un excelente componente para dificultar la formación de hielo en las autopistas, debido a sus propiedades deshidratantes.

También, es ampliamente utilizado en diferentes industrias, como por ejemplo, la elaboración de productos de nutrición animal. Esto podría abrir la brecha para la generación de una nueva industria en el país, orientada a esta clase de mercados que le dé una presencia a México en el ámbito internacional de manera muy importante, pero hará falta una inversión importante.

En conclusión, la desalinización es una posible respuesta al problema de estrés hídrico que enfrenta México, pero su aplicación debe ir de la mano con políticas ambientales y energéticas sólidas.

La transición hacia una desalinización sostenible en México no es sólo un reto técnico, sino también una necesidad estratégica para enfrentar la escasez de agua, sin comprometer el entorno de ecosistemas naturales que forma parte de la riqueza de biodiversidad en este país.

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES 

PRESIDENTE DEL INAP 

EEZ