En los Juegos Olímpicos de París 2024, Novak Djokovic alcanzó la cúspide de su carrera al conquistar la medalla de oro en tenis. Tras derrotar a Carlos Alcaraz en la final olímpica, el serbio concluyó su proeza con lágrimas en la cara por haber conquistado el único reconocimiento que le faltaba en su amplio palmarés. La anhelada victoria no sólo coronó una trayectoria excepcional, sino que representó un momento de catarsis para un atleta que ha enfrentado críticas y adversidades a lo largo de su trayectoria.
Nacido en la antigua Yugoslavia, Novak Djokovic aprendió a lidiar con la adversidad desde muy temprana edad. Su infancia, rodeada de bombardeos y conflictos bélicos, lo convirtieron en un tenista ruidoso, emocional y sumamente competitivo.
Sin embargo, antes de convertirse en el tenista dominante que hoy conocemos, Novak Djokovic también tuvo que aprender a sobrevivir bajo la sombra de Rafael Nadal y Roger Federer, quienes dominaban las canchas, arrasaban los campeonatos y atraían la atención de todos los medios.
La personalidad de Djokovic, marcada por una intensidad y una determinación imparables, lo convirtieron rápidamente en una figura polarizante. Su arrogancia y sus confrontaciones con el público y los árbitros han generado tanto admiración como rechazo a lo largo de su carrera.
No obstante, Djokovic es quizá el tenista que mejor juega ante la presión mediática y la hostilidad. Su camino al estrellato, cuestionado por analistas y obstaculizado durante años por los más grandes del deporte, muestra a un tenista resiliente ante las críticas y estimulado ante todo tipo de adversidad.
Durante los cuartos de final de Wimbledon, por ejemplo, el serbio no dejó pasar la oportunidad de presumir su victoria ante un público hostil que lo abucheó todo el partido. Tras concluir el partido, Djokovic tachó la actitud como una falta de respeto y sentenció la preferencia del público hacia Rune afirmando que ha “jugado en ambientes más hostiles que este”.
Para él, quien nació en un contexto marcado por la guerra, la cancha de tenis es un campo de batalla más: ahí, tanto la afición más impertinente como el oponente más férreo, es afrontado por el serbio como nuevos combates en espera a conquistar.
Al final del día, hace sentido que un tenista tan versado en la batalla haya encontrado la fuerza necesaria para enfrentarse al mismo joven español que lo había derrotado en la final de Wimbledon tan sólo semanas antes de la final olímpica.
Sin embargo, es esa competitividad feroz la que lo ha distinguido entre sus contrarios, y la que le ha permitido tanto destronar a leyendas del deporte como postergar el ascenso de
futuras promesas.
A pesar de haber ganado todo trofeo disponible en el mundo del tenis, Novak Djokovic calificó su lugar en el podio como “el mejor logro de su carrera”. Con él, el serbio cierra el círculo de su trayectoria con, literalmente, broche de oro: no sólo por su capacidad de ganar las batallas, sino por saber cómo sobrevivir a la guerra.
POR TOMÁS LUJAMBIO
PAL