Las bombas nucleares arrasan, no dejan nada a su paso y su daño va más allá del corto plazo. Lleva años, décadas, la reconstrucción de todo lo que asolan. De allí que haya escogido usar ese término en el título de mi columna de hoy.
Decir que López Obrador es una bomba nuclear no es una hipérbole. Apenas se acerca a la verdad por lo que a desmantelamiento institucional significa y pretende seguir significando para México. No volveremos a las épocas del más férreo PRI o del presidencialismo exacerbado; viene algo peor y que a pesar de sernos desconocido, lo podemos esbozar. Basta asomarse a lo que sucede en otros países donde ya se ha implementado la destrucción que anhela AMLO.
El desaparecer órganos autónomos que sirven como garantes de los derechos humanos y de contrapeso a gigantes monopólicos para evitar el abuso de poder es una pésima receta.
La 4t se queja del tamaño de la estructura del INAI, pero no se percata que esta es más pequeña y mucho más efectiva que la gran mayoría de cada una de las secretarías y dependencias que conforman al Ejecutivo Federal.
El INAI, que tanta información ha brindado a la ciudadanía desde los tiempos de Vicente Fox hasta nuestros días, ha mejorado nuestras vidas, nos ha permitido defendernos de actos ilegales de la autoridad y ha expuesto la corrupción que impera en el gobierno. Hablo de poder saber desde el costo de las toallas que mandó comprar Martha Sahagún hasta los más de 18 mil millones de pesos que los directivos de SEGALMEX desaparecieron en el actual sexenio.
El Instituto Federal de Telecomunicaciones, organismo que ha ayudado a que los precios de la comunicación celular se regulen y disminuyan sustancialmente, desaparecerá. Lo que hagan los gigantes de las telecomunicaciones a partir de ahora —en muchos casos en contubernio con Regeneración Nacional— no enfrentará limitación alguna.
Adiós a la COFECE, a la CRE, al CONEVAL, a la CNH. En breve también recorrerá ese camino el INE. Estos órganos tienen sus días contados, cortesía de López Obrador, de Claudia Sheinbaum y de todos los legisladores de Morena y aliados que protestarán el cargo en septiembre.
Se cuece aparte, pero tendrá el mismo destino, el Poder Judicial. Hablamos de pequeños efectos nucleares y de otros más grandes. La justicia dejará de ser el último recurso para que los ciudadanos enfrenten al poder.
Clama López Obrador que esta rama del Estado y todos los OCAs antes mencionados son “facciosos, onerosos y antipopulares”, y que su presupuesto se redirigirá a programas sociales y pensiones. Esa es quizá de las mentiras más grandes del tabasqueño y ahora también de Sheinbaum. Y es que está probado y comprobado: el presupuesto de todos esos entes es menor al 0.05% del presupuesto federal ($4,534 millones de pesos) y su beneficio a diferencia del resto de la administración pública, como ya dije, es mayor. Son muchas sus ventajas para la población en general (el que estos órganos no las hayan sabido “vender” a la gente común y corriente es otra cuestión).
En cambio, lo que costaría votar por todos los jueces, magistrados y ministros del PJ es más de 3,500 millones de pesos (cifra dada por Ricardo Monreal, miembro de la 4T)…
Es por ello, con objeto de taparle el ojo al macho, que López Obrador salió después con la ocurrencia de que se realice una ‘tom, tom, tómbola’. Lo que además de absurdo, una vez más demuestra su desprecio absoluto a la función gubernamental, legal e institucional del Estado Mexicano.
Lo que conseguirá con sus reformas, además de consolidar un régimen autocrático, es una crisis constitucional, así como también una económica asociada. Y Claudia Sheinbaum, hoy copartícipe de esta destrucción al ser omisa y sumisa ante los deseos de López Obrador, terminará siendo otra víctima de la bomba nuclear.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
COLABORADORA
VERONICAMALOGUZMAN@GMAIL.COM
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