Hace algunos meses, un analista de temas latinoamericanos se quejaba de los intercambios de injurias y desdenes entre presidentes de varios países de la región.
"Los insultos entre líderes latinoamericanos tienen consecuencias en el mundo real", escribió James Bosworth, del World Policy Review.
Pero ahora las diferencias van mucho más allá del intercambio de vulgaridades entre el argentino Javier Milei, un anarquista de derecha convertido en el antagonista de los integrantes de la "marea rosa", en especial el venezolano Nicolás Maduro, en el extremo ideológico opuesto.
Pero Milei, con todos sus defectos, fue electo democráticamente y su gobierno terminará de igual forma.
Ahora, tras el fraude electoral cometido por Maduro en Venezuela, las divisiones son no solo mayores sino más visibles.
Los esfuerzos de los gobiernos de Brasil, Colombia y México para encontrar una salida política a la crisis electoral parecen ir a ningún lado, al igual que las gestiones para que el "hombre fuerte" venezolano haga públicas las actas de la elección que asegura le dan el triunfo.
Pero a decir verdad, quién sabe qué tan fuertemente trataron de llevar la petición de transparencia electoral o cuáles eran los límites a su postura. La acusación de que el respaldo a la democracia en Venezuela sería una ayuda a la política exterior estadounidense, o a la derecha regional, es un trauma que ninguna de las cancillerías de esos gobiernos democráticos está dispuesta a sufrir.
Y la realidad es que como cualquier dictador, de cualesquier ideología, Maduro simplemente recrudeció la represión contra opositores y disidentes. En todo caso, al menos siete países de la región han roto relaciones con Venezuela y la relación con otros, como Chile, quedó lastimada. Los países del Caribe inglés no se pronunciaron como bloque, pero la mayoría se abstuvo de respaldar peticiones por transparencia en los resultados de la elección venezolana.
Algunos más, como Brasil, Colombia y México, parecen determinados a quedarse simplemente a un lado y quejarse de un esperado nuevo surgimiento en la migración de venezolanos, que al votar con los pies llegarán a sus territorios, de paso hacia otros destinos, o para quedarse. Pero la responsabilidad, según esa visión, será igualmente resultado de la renovación o incluso el endurecimiento de sanciones estadounidenses.
Sin embargo, será para esos y algunos otros países la responsabilidad de absorber a los refugiados venezolanos, los que ya salieron y lo que se espera salgan, a cambio de mantener a Maduro en el poder y no provocar la reacción de sus respectivas izquierdas.
Más allá, hay una serie de posibles, o probables consecuencias. Como el golpe a la credibilidad de la izquierda democrática en la región o las fracturas visibles e invisibles alrededor de los planes de unidad regional, simbolizada en proyectos como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac).
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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