En las pasadas elecciones, Morena designó algunos candidatos mediante sorteo. Uno de los ganadores –para una diputación federal– fue exhibido en redes sociales jugando con un arma de fuego y consumiendo cocaína. Morena le retiró su posición, pero no crea usted que por dicho comportamiento.
Le quitaron el lugar sólo porque necesitaban dárselo a Cuauhtémoc Blanco, el gobernador saliente de Morelos, para protegerlo con fuero legislativo ante posibles denuncias tras su desastrosa gestión, que hundió a ese estado en la corrupción y la violencia.
Este caso retrata, con triste precisión, lo que es la tómbola, que ahora Morena quiere usar ya no sólo a nivel interno, sino como parte del proceso constitucional para seleccionar jueces y magistrados del Estado mexicano. Bajo la excusa de una supuesta democratización, la tómbola es una simulación caprichosa, un mecanismo manipulable para premiar o castigar, mediante el que se puede tanto favorecer a los amigos y aliados del gobierno, como obstaculizar a sus contrincantes.
Se dice que la tómbola haría que el elegido no le deba favores a nadie y sea independiente. ¿En serio? ¿Qué diferencia hay entre un nombramiento directo o la rifa, si en ésta última el oficialismo puede influir usando indebidamente su poder, el dinero público y ejerciendo presiones?
Imagine que abre un restaurante y, en sus anuncios, presume un bufet con variedad de 50 platillos. Usted va, pero encuentra que 49 son la misma ensalada, sólo con aderezo distinto, y el otro es una sopa, que a usted no le gusta, pero prefiere a la ensalada.
¿Verdaderamente está eligiendo? Se le llama “efecto Hobson” a esta ilusión de tener opciones, cuando en realidad alguien previamente limitó las alternativas, o las diseñó de tal manera que usted escoja lo que esa persona quiere.
Algunos podrían aducir que la insaculación es sólo un filtro, que los finalistas deben cumplir ciertos criterios. Pero recordemos que la reforma también propone disminuir los requisitos exigidos a los aspirantes, desde la excelencia académica hasta los años de experiencia práctica.
Incluso cuando los resultados de la tómbola (de suyo cuestionables) se respetasen, el mecanismo es en sí rebatible: ¿por qué es deseable que las mujeres y hombres que tomarán decisiones que nos pueden impactar tanto emerjan del azar, y no de procesos que garanticen su idoneidad?
¿Alguien en su sano juicio designaría así al médico que va realizarle una cirugía? ¿Por qué sí a los encargados de defender nuestros derechos y libertades? ¿Qué certidumbre deja ello para las inversiones y los empleos? Lejos de resolver, esto profundizará los peores vicios del sistema de justicia: beneficiar a quienes tengan “palancas”, o posean los recursos para rentar una, y desamparar al resto.
¿Y por qué es más democrático o transparente un sorteo lleno de espacios para el abuso, a que legisladores electos por voto popular, de cara a la ciudadanía y con el consejo de especialistas, nombren de entre los candidatos que ofrezcan el mejor perfil?
Los mismos militantes de Morena han denunciado en varias ocasiones a su propia dirigencia por usar las tómbolas de forma fraudulenta –igual que las encuestas, por cierto. ¿México merece lo que hasta en Morena rechazan?
En su conjunto, la reforma judicial propuesta es la amenaza más grande a la división de poderes y la vida democrática que se haya vivido en el México reciente. Sus consecuencias - como ya han advertido diversos especialistas – serán graves y profundas, minando aún más el ya de por si frágil estado de derecho y certeza jurídica que tenemos. Como lo hemos visto en días recientes, la sola intención de seguir avanzando en esta ruta está generando efectos negativos en la economía y las inversiones del país.
La insaculación no es una ocurrencia más, sino una decisión deliberada para barnizar de expresión democrática un instrumento sesgado en favor del partido oficial. Al mismo tiempo, es una estampa de la visión hoy predominante: la simulación como código de conducta; la voluntad de poner la obediencia al grupo por encima de la capacidad para servir al país; la disposición de dejar desprotegidas a las personas con tal de concentrar el poder. Una tómbola puede ser un método útil; por ejemplo, para repartir juguetes en una kermesse. No para procurar el Estado de derecho.
POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE
COLABORADOR
(@GuillermoLerdo)
MAAZ