Hemos iniciado oficialmente la contienda interna en el PAN para elegir la nueva dirigencia nacional y, como lo marcan los estatutos, quienes aspiramos a encabezar al partido deberemos conseguir el respaldo de poco más de 30 mil militantes para registrarnos oficialmente como candidatos.
Nada está escrito, puedo asegurarlo. En este proceso son varios los retos democráticos que estamos enfrentando como partido y, algunos de ellos, se evidencian en la propia convocatoria que emitió la CONECEN.
Apunto algunas reflexiones:
Padrón de militantes. Si bien es cierto que el registro y adhesión al partido ha sido durante muchos años controlado desde las oficinas centrales de Acción Nacional, los militantes están prácticamente invisibilizados. Su derecho a votar y ser votados está casi anulado. Ante la promesa permanente del “ahora sí los tomaremos en cuenta”, “ahora sí ya van a poder votar”, “ahora sí todos van a participar”, la realidad se impone y ya la conocemos.
Condiciones de inequidad. Cualquier persona que aspire a dirigir el Comité Ejecutivo Nacional -cualquiera- y no esté en sintonía con el actual grupo dirigente, está (estamos) en franca desventaja, pues no todos los que "jugamos" tenemos las mismas limitaciones, pues resulta que la propia convocatoria establece que se nos proporcionará un padrón “preliminar” para iniciar la captación de firmas y ya en septiembre, casi al término del plazo previsto para cumplir el requisito establecido, se nos dará el “definitivo”. ¿Es esto serio?
Es de todos conocido que la dirigencia quiere entregar “bastón de mando”, por lo que el acceso al instrumento más importante de la elección es inequitativo y otorgará clara ventaja al oficialismo interno. Si los que aspiramos al cargo queremos escuchar inquietudes, dudas, aportaciones y quejas de las y los militantes, entonces que ellos hagan el favor de buscarnos... En estas condiciones, no hay certeza de que todos los que deben estar estén incluidos en el listado preliminar.
Igualdad más allá de la paridad. La búsqueda de la igualdad ha sido una constante en Acción Nacional. Soy heredera política de las enormes batallas que miles de mujeres, a lo largo de los años, emprendieron en el PAN. Soy una afortunada política que cosechó los frutos de otras que sembraron la igualdad.
Por supuesto que también he abierto zurcos y sembrado semillas, ahí está mi historia política interna y la pública también. Sin embargo, las resistencias son una constante, no solo por varones, sino también porque algunas mujeres se han instalado en la comodidad de la élite, que no permite ni entiende la meritocracia de muchas personas que quieren aportar con acciones concretas. Es lamentable reconocer que solo se busca el compromiso que responde a intereses personales o de grupo y deja de lado la esencia partidista; se anula o se omite el trabajo de la militancia para dar paso al aseguramiento de puestos y presupuestos, minimizando los resultados electorales obtenidos por los Comités Ejecutivo Nacional, Directivos Estatales y Municipales y, lo más importante, el impacto social con respecto a la calidad de vida de la población.
Lo peor, me parece, son las supuestas resoluciones que en nombre de la igualdad de género se dieron a la petición de más de 250 mujeres que solicitaron alternancia paritaria. Tan es así, que se hizo pasar por acción afirmativa una postura que, además de violar los estatutos, evidencia lamentablemente una discriminación hacia las mujeres panistas, cuando se afirma que somos incapaces de conseguir firmas por nuestra condición de género.
Dicho señalamiento pone en duda nuestras capacidades políticas, borra nuestra trayectoria, minimiza nuestras decisiones y pretende establecer la peligrosa narrativa de que si se llega a participar es por la graciosa, noble y generosa concesión que se brinda por el hecho de ser mujer. Y el colmo es que al pregonar que “el varón que va a participar es invencible”, se dé por hecho, con el apoyo de las estructuras estatales y municipales, que “las mujeres debemos esforzarnos por conseguir las firmas” para legitimar al favorito de las cúpulas, en un proceso electoral que presumirá democracia, inclusión y equidad, una versión azul de lo que se vivió -y criticó- en la reciente contienda electoral, en donde se apuesta por la continuidad con cambio... ¿ante el desastre de los resultados electorales?
Triste es que después de más de 84 años de vida política, la dirigencia actual y la Comisión Organizadora Nacional no confían en la visión, capacidad y toma de decisiones de las mujeres que se han formado en Acción Nacional. Acompañan la igualdad con anuncios de humo y palabras vistosas que en el fondo poco contribuyen a la equidad en la contienda (en resumidas cuentas, sigue habiendo PANes cargados).
Es una lástima que el partido que impulsó la mejor política pública a favor de las mujeres con Vicente Fox y Felipe Calderón, se haga pequeño ante el reto de la igualdad que debe ser para dar pasos hacia adelante.
En fin, si estas son las reglas, hoy más que nunca y para contribuir a los nobles ideales y fines partidistas, se requiere de una militancia informada, comprometida y atenta de las definiciones de lo que es mejor para el partido y para México.
POR ADRIANA DÁVILA FERNÁNDEZ
POLÍTICA Y ACTIVISTA
PAL