COLUMNA INVITADA

No me acostumbro

Un país donde estábamos orgullosos de ser mexicanos todos; hoy depende de si eres Fifí o Chairo.  No me acostumbro, y no puedo esconder mi tristeza

OPINIÓN

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Francisco González de Cossío / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Trato de acostumbrarme, pero no lo logro. No me acostumbro a vivir en un país donde YA NO HAY democracia. 

Un país donde ya no hay progreso: sólo retroceso.

Un país donde la gente no elige a personas por los méritos de su gestión, sino porque les pone (poquito) dinero en la bolsa. 

Un país en el que el crimen se combatía: ahora con él se alía. 

Un país donde la ley no es un límite, sino un punto de partida. 

Un país que entiende, no merma, la importancia de la independencia del Poder Judicial. 

Un país donde los partidos no buscan representar, sino sobre-representar para hacer cera y pabilo del país. 

Un país donde las demandas de la sociedad se buscaban saciar (por ejemplo, energía), ahora solo hay racionalizar por qué no se logran.

Un país en el que un proyecto de infraestructura se elegía por su inteligencia, no por capricho: hoy se eligen razonando como los faraones egipcios al construir pirámides: como símbolos de grandeza.

Y se cancelan veleidosamente proyectos necesarios por el sencillo hecho que fueron del partido anterior, con el consecuente desperdicio social — algo imperdonable si se considera la escasez de recursos. 

Un país donde la facultad de “seguridad nacional” era cuidar un interés público sensible, no una forma de cobijar malas decisiones o robo: cerciorar que las adjudicaciones directas y escondidas caen en manos de leales o sus familiares. 

Un país en el que se procuraba que todos tuvieran servicios médicos: ahora cada vez más no los tienen.  Un país en el que se aplaudía el éxito: hoy te dicen "Fifí". 

Un país en el que la gente debatía con inteligencia; ahora solo hay estridencia — los argumentos sensatos están ausentes, mucho menos guían la decisión. 

Un país en el que se buscaba dar cada vez más a todos, no quitarle a unos.  Un país en el que se premiaba la meritocracia: hoy se premia mediocridad —con frecuencia imbecilidad— siempre que exista lealtad. 

Un país con política exterior: atentos al importante papel de México en el mundo, se ejercía un liderazgo regional y se contribuía con inteligencia a enfrentar los grandes problemas de la humanidad; hoy se eligen impresentables para puestos clave ya sea a cambio de algo (corrupción) o porque son leales; y no hay ápice alguno de una verdadera política exterior: se dice “la mejor política exterior es la interior”: una aseveración no solo falsa, sino ignorante. 

Un país en el que se buscaba mejorar las instituciones; hoy se eliminan (los organismos autónomos, por ejemplo) sin alternativa al propósito que lograban. 

Un país en el que se intentaba evitar corrupción: hoy se tolera (de hecho invita) siempre y cuando provenga de los leales y sus parientes. 

Un país donde la vocación de servicio público es verdadera, no una forma de ganar mucho haciendo poco; de solo defender su turno de robar. 

Un país donde estábamos orgullosos de ser mexicanos todos; hoy depende de si eres Fifí o Chairo.  No me acostumbro, y no puedo esconder mi tristeza.

Por Francisco González de Cossío

Miembro del consejo directivo de la BMA.

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