DESDE AFUERA

Una victoria que justifica escepticismo

Venezuela lleva años en una crisis económica de tal tamaño que su principal producto de exportación son los venezolanos mismos

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Se veía venir.

Es un autogolpe en toda forma y su único fin es retener el poder.

Si todo indica que el presidente Nicolás Maduro y sus aliados usaron todo tipo de trampas, incluso el robo de urnas, la amenaza del uso abierto de la violencia armada, para reclamar la victoria, en las elecciones del domingo, sus acciones post-electorales demuestran que ni ellos lo creen sinceramente. El resto del mundo, mayormente no. Aunque haya quienes por razones propias lo hagan.

Brasil pidió la publicación de las actas de votación, "casilla por casilla", para dar “transparencia y legitimidad” al conteo de votos; José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores español, pidió la publicación del voto “mesa por mesa” y el encargado de la diplomacia europea, Josep Borrell, consideró “vital” asegurar la transparencia.

Estados Unidos, Colombia, Chile y Perú expresaron dudas sobre los resultados.

Rusia, China e Irán felicitaron a Maduro.

México celebró "el carácter cívico y pacífico" de los comicios, pero "atento al conteo final e informes detallados del Consejo Nacional Electoral".

Pero todas las actas disponibles públicamente señalan a un triunfo opositor. Y curiosamente, las ocultas, robadas por pandillas afiliadas con el régimen, siguen desaparecidas.

Algunos hablan del mayor fraude electoral en la historia de América Latina. Y esa es una marca muy alta.  

El hecho es que se esperan días difíciles para los venezolanos y Venezuela. En todo caso, Maduro hizo lo que mejor sabe hacer: sobrevivir a costa de lo que sea y de quien sea.
Bajo su gobierno, Venezuela lleva años en una crisis económica de tal tamaño que su principal producto de exportación son los venezolanos mismos.

Fue una elección de estado y aunque Maduro proclame victoria, sus promesas de democracia fueron solo falacias. Y mostró que a cambio de una economía en crisis tiene un considerable aparato represivo.
Para los gobiernos de izquierda democrática significa un problema real: les quita credibilidad política a menos que lo rechacen, pero a costa de chocar con sus propios extremos.

Maduro reclamó victoria con el 51.4 por ciento de los votos, pero bajo las condiciones de una elección controlada y supervisada por el gobierno, y con todas las ventajas para los candidatos oficiales, no alcanza a esconder la creciente impopularidad del régimen ni su cada vez mayor aislamiento internacional.

Y eso que la inmensa mayoría de los siete u ocho millones de venezolanos que han salido del país gracias a la gestión económica del régimen no pudieron ejercer su voto.

La preocupación por una nueva explosión migratoria preocupa a líderes regionales cuyos países enfrentan los costos de un éxodo que atestigua las ineptitudes y el autoritarismo del gobierno venezolano.

De hecho, en corrillos diplomáticos latinoamericanos había versiones sobre conversaciones en torno a buscar una solución negociada para facilitar una salida digna para Maduro y algunos de los suyos.

De acuerdo con algunas fuentes, esa conversación alcanzó a la Cancillería mexicana, que declinó ir más allá que darse por enterada.

Pero las invectivas dirigidas por Maduro, al brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, al chileno Gabriel Boric y al colombiano Gustavo Petro hacen dudar del éxito de sus gestiones, si llegaron a tanto.

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS 

COLABORADOR  

JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM      

@CARRENOJOSE1

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