El presidente sigue en lo suyo. Y seguirá así hasta el último día de su sexenio: tirando línea. López Obrador está decidido a que su iniciativa de reforma al Poder Judicial se apruebe tal cual la envió; sin matices ni cambios.
Quiere que su propuesta sea avalada sin modificaciones, sin chistar y sin demoras. Lo ha dicho desde que concluyó la elección y Morena y sus aliados arrasaron en las urnas, y lo repite a diario en su mañanera.
Ayer insistió ante la petición de la ministra Jazmín Esquivel, en privado, para que Norma Piña renuncie a la Presidencia de la SCJN, para descafeinar la propuesta que se discute -es un decir- para votarse en el Congreso.
“No hay necesidad de renuncias”, dijo. La reforma tiene que salir como él la concibió. No hay espacio para la negociación, tampoco para concesiones. “No son los tiempos de las concertacesiones”, señaló.
AMLO tendrá una mayoría aplastante a partir del 1 de septiembre, y no piensa desaprovechar la oportunidad de hacer uso de ella. Si cuenta con los votos suficientes, ¿por qué no usarlos?, pensará.
Si tienen la mayoría calificada en San Lázaro es para ejercerla. Pero en la realidad actual, no todo puede quedar reducido a la aplanadora legislativa. En tiempos de transición, aunque el presidente esté decidido a no soltar las riendas hasta el último minuto, a partir del 1 de octubre cada decisión recaerá en la próxima presidenta.
AMLO quiere el mérito de aprobar la iniciativa, pero las consecuencias le aparecerán al gobierno entrante. El cálculo y responsabilidad mayor estará en manos de Claudia Sheinbaum.
Por eso aunque ayer el senador Ricardo Monreal, próximo coordinador de la mayoría en la cámara de diputados, se frotó las manos para aceitar la aplanadora, y dijo que el costo de la elección para votar a mil 600 jueces y magistrados con la reforma al Poder Judicial, sería de 3 mil 500 millones de pesos, Sheinbaum metió mesura y cabeza fría a la discusión, y abrió la puerta a escalonar esas elecciones.
No es la primera vez que en este mes de transición la próxima presidenta hace gala de sutileza para reencauzar la conversación y evitar caer en salidas fáciles.
Ayer se dijo dispuesta a analizar la elección gradual de juzgadores. No es cosa menor. “Hay que revisarlo”; señaló. “No me opongo (a la elección total o gradual), pero hay que revisar si es factible”, dijo.
El presidente, pues, presiona. Pero conforme avance el tiempo y nos aproximemos al 1 de octubre -y después, ni se diga- será Claudia quien disponga. La futura presidenta va dejando cada vez más en claro su estilo y le va poniendo su sello. Mal harían algunos en acelerarse sin detenerse a analizar las señales que envía y las pistas que en su camino coloca.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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