COLUMNA INVITADA

La lluvia [II]

Don Carmelo le expresó a don Celestino, parece que va a llover compadre

OPINIÓN

·
Rubén Martínez Cisneros / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Don Carmelo le expresó a don Celestino, parece que va a llover compadre, empezaba el chipichipi, a lo que contestó, con una tonada musical, “el cielo se está nublando hay mamá Parece que va a llover Ay, mamá, me estoy mojando; de inmediato se pusieron su manga que llevaban a la mano.

Por cierto, don Francisco J. Santamaría, señala en su Diccionario de Mejicanismo, define al chipichipi, “Llovizna menuda y constante, de larga duración en ciertas épocas del año, peculiar en Jalapa y Orizaba, en Veracruz principalmente…en Jalapa le dicen “La salud del pueblo”.   

Por cierto, la condesa Paula Kolonitz, acompañante de Maximiliano y Carlota, narra en su libro Un viaje a México en 1884, SepSetentas, 1976, “A las 10 de la mañana llegamos a Orizaba, que está dentro de un valle angosto pero encantador, encerrado entre altos montes. Desgraciadamente al comenzar las lluvias regulares sus cimas están siempre nubladas…”.

A la inspiración de Víctor Cordero se debe El puente roto, “Cuando yo supe quererte te abrazaba yo en el puente, y nos quisimos de un jalón…luego vino el tiempo de aguas ya no supe donde andabas, y todito se acabó…para el colmo de mi suerte fue creciendo la corriente y hasta el puente se rompió”.

El cronista Francisco de la Maza, nos refresca la memoria en su espléndido libro La Ciudad de México en el Siglo XVII, Lecturas Mexicanas 95, “…volvió a inundarse en la forma más terrible de su historia en 1629. Quedó, como dijo un anónimo poeta de entonces:  En septiembre de ese año llovió tanto, que la ciudad se anegó en los barrios en tres días y poco después subió tanto el agua, incluso en el centro, que tuvieron que cerrarse las iglesias y los comercios…”.

El escritor uruguayo Mario Benedetti, nos regala en su libro La tregua, una postal en la vida de Martín Santomé y Laura Avellaneda, personajes del texto antes citado, “Llovió a baldes, después del mediodía. Estuvimos veinte minutos en una esquina, esperando que llegara la calma, mirando desalentadamente a la gente que corría. Pero nos estábamos enfriando sin remedio…conseguir un taxi era una especie de imposible…corrimos también nosotros como enloquecidos y llegamos al apartamento en tres empapados minutos”.

El historiador Francisco de la Maza, en su escrito arriba citado, refiere al padre Alonso Franco, cronista de la orden de los dominicos, describe: “Las canoas sirvieron de todo y fue el remedio y medio con que se negociaban y trajinaba y así, en breves días, concurrieron a México infinidad de canoas y remeros. Las calles y plazas estaban llenas de estos barcos y ellos sirvieron de todo cuando hay imaginable para la provisión de una gran república”.

El doctor de la Maza, concluye, “Cinco años duró la inundación, que parece inconcebible, hasta 1634 y, de 20 mil familias españolas y criollas, quedaron 400”.

A la letra de la composición El Aguacero de la inspiración de Tomás Méndez, tomamos un párrafo, “Las primeras gotas fueron las de un fuerte chaparrón las que al caer en mi sombrero alegran mi corazón”.

POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS

COLABORADOR

MAAZ