A casi dos semanas del final de la Copa América 2024, el desempeño de Estados Unidos como organizador del torneo deja muchas dudas en torno a su próxima participación como anfitrión del Mundial 2026.
Ya sea por una indiferencia general hacia el balompié o por una subestimación de la trascendencia de este deporte, el nivel de seriedad y organización mostrado por el país norteamericano durante el campeonato continental dejó mucho que desear entre los aficionados y jugadores.
Sorprendentemente, los problemas en la organización se vislumbraron meses antes de que iniciara el torneo.
Al parecer, el tamaño promedio de los estadios seleccionados para albergar los partidos de la Copa América obligó a la Conmebol a reducir significativamente las dimensiones convencionales de múltiples canchas.
Además de ser una medida imprevista e inusual para futbolistas acostumbrados a otras medidas y distancias, esta decisión provocó un juego mucho más físico e interrumpido por una mayor cantidad de faltas.
Una vez iniciado el torneo, el campo de juego se ganó la atención de todos. Tras el partido inaugural, el entrenador de Argentina, Lionel Scaloni, mencionó que “el estadio es hermoso, pero el césped de hoy no está a la altura de este tipo de jugadores”. Más adelante, distintos futbolistas argumentaron que el parchado, que había aplicado la Conmebol sobre el pasto sintético, había dejado las canchas con agujeros e irregularidades que afectaron su rendimiento.
En sólo un par de partidos, el país norteamericano ya demostraba un pésimo conocimiento sobre el deporte que pretendía organizar, evidenciándose como un candidato poco preparado para hospedar un Mundial. Durante la semifinal entre Uruguay y Colombia, por ejemplo, la ineficacia del sistema de seguridad dentro del estadio permitió que Darwin Núñez, jugador charrúa, escalara las vallas, se acercara a la tribuna, y se enfrentara a golpes con aficionados cafetaleros que amenazaban a sus familiares.
Sin embargo, la situación no mejoró para la final del torneo, donde la incapacidad para controlar el acceso expuso la desorganización estadounidense. Ignorando la pasión que despierta el futbol más allá de sus fronteras, las autoridades estadounidenses fueron incapaces de controlar el ingreso caótico de aficionados sin boleto, que generaron retrasos en el juego y enfrentamientos violentos entre los espectadores del encuentro.
El extenso abanico de errores que acumuló Estados Unidos durante su rol como organizador mostró deficiencias en todos los niveles posibles; tanto en la planeación como en la ejecución, los estadounidenses se evidenciaron completamente fuera de su elemento cuando se trata de futbol.
Al final, la Copa América 2024 puso de manifiesto la incapacidad del país norteamericano para comprender la pasión que suscita el futbol, y gestionar la diversidad cultural que alberga dentro de sus estadios.
POR TOMÁS LUJAMBIO
PAL