COLUMNA INVITADA

La fuga de cerebros del Estado mexicano

No en la administración pública, como los funcionarios de excelencia

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: El Heraldo de México

¿En qué lugar quieren trabajar hoy los profesionistas más talentosos de México? ¿A qué proyectos desean consagrar su tiempo e inteligencia quienes se preparan con dedicación para ser abogados, economistas o ingenieros, entre otras especialidades? ¿Dónde perciben que sus conocimientos y esfuerzo serán más valorados profesionalmente, y les permitirán alcanzar mayor realización personal?

No en la administración pública, como los funcionarios de excelencia que el país necesita, por desgracia. Cada vez son menos, en todo caso. Cada vez más el capital humano nacional se desinteresa por lo público para encontrar oportunidades y futuro en lo privado. Esos servidores que, en distintos niveles –la mayoría de forma discreta, lejos de los reflectores– hacen que las cosas funcionen: desde el manejo de la economía y la salud hasta el de la energía o la seguridad.

A este proceso de empobrecimiento intelectual del Estado no se le ha prestado suficiente atención, pero sus efectos de corto y largo plazo se sentirán cada vez más en la vida cotidiana. Es una consecuencia del nuevo régimen político, dada la forma como están estructurados sus incentivos para reclutar, sus criterios para premiar el desempeño y sus mecanismos para retener el poder.

El servicio público siempre ha tenido claroscuros. Pero hasta hace no mucho, era una opción atractiva para buenos talentos del país. Personas de todos los estratos sociales veían ahí un lugar que requería sus habilidades técnicas y en el cuál ejercer su vocación. Ahí encontraban una certeza laboral razonable y un ingreso adecuado, la expectativa de ir ascendiendo con base en el mérito, así como de adquirir prestigio. Por eso muchos de los más brillantes han estado dispuestos a consagrarle su vida profesional, con los sacrificios que implica.

El nuevo sistema hegemónico cambió aquellos códigos. Como su legitimidad no se basa en los resultados, sino en el carisma de su liderazgo, el criterio para reclutar personal no es el conocimiento técnico, sino la subordinación política. En consecuencia, las claves para ser parte de la administración y ascender en ella no son el mérito o el desempeño profesional por el país, sino la defensa ideológica del grupo.

Y puesto que ese sistema rechaza las instituciones y las normas, las certidumbres laborales se evaporan. Un puesto, una carrera completa forjada durante años de trabajo, pueden perderse por no ser lo suficientemente leal a ojos del poder. No es sorpresivo entonces que muchos talentos estén pensando en irse o ya se hayan ido, junto con su experiencia y conocimientos, a la iniciativa privada; asimismo, que miles de estudiantes de excelencia ya no planeen ser funcionarios sino consultores, ejecutivos o emprendedores.

Esto es una gangrena de solvencia técnica terrible para el sector público. El Banco de México, la Secretaría de Hacienda, la CNBV o la Cancillería son sólo algunas de las dependencias con sólidos servicios de carrera (de iure o de facto) donde ya se sienten dichos efectos.

Pensemos en un joven abogado brillante. ¿Por qué querría ingresar al Poder Judicial, cuando sabe que su futuro dependerá no de sus resultados sino de su sometimiento, y que en cualquier momento puede ser atacado con toda la fuerza del Estado por hacer bien su trabajo?

Por supuesto, siempre habrá personas que ocupen los cargos públicos en todos los niveles. Pero con el actual sistema de incentivos, cada vez serán los perfiles menos idóneos. En el mejor escenario, los profesionistas serios que se mantengan encontrarán su influencia anulada por los criterios políticos. En el peor, seguirán ingresando y ascendiendo personajes ignorantes e inexpertos, pero abyectos al poder.

La realidad es que los mejores, por serlo, suelen tener opciones, y para muchos servir a México desde el gobierno ya no será una muy tentadora. “¡Que se vayan a las empresas esos neoliberales!”, se reirán algunos. Y sí, todo es burla hasta vivir en carne propia cómo le va a un país sin el acervo de recursos técnicos que hacen que los trámites, servicios y bienes públicos funcionen.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE

COLABORADOR

(@GuillermoLerdo)

MAAZ