COLUMNA INVITADA

Microsoft o las trampas de la fe…

Según reportes, “un fallo en una actualización de la firma de ciberseguridad de CrowdStrike dio lugar a la caída a nivel mundial”. ¿Ciberataque? Dijeron que no

OPINIÓN

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Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Lejos de la epifanía que suele acompasar a la marca, la caída del sistema operativo de Microsoft® que inició el jueves por la noche, propagándose con fuerza el viernes y cuyas secuelas hasta hoy perviven, como latigazos de un pasado barroco que se niega a morir, fue, en toda su extensión, un desastre de proporciones bíblicas: millones de computadoras en el mundo experimentaron síntomas cercanos al “flat line”; hospitales, farmacias, aeropuertos se vieron afectados; servidores en varias regiones, cajeros automáticos, bancos, adquirentes, agregadores sufrieron paralizando el mercado de medios de pago y la red de intercambio electrónico por horas. La crisis alcanzó hasta los monoplaza de la escudería Mercedes de F1, mientras que la “nube”, rebosante de información propiedad de la feligresía, permanecía inaccesible, inmaculada, como una novicia de claustro: impertérrita.

Según reportes, “un fallo en una actualización de la firma de ciberseguridad de CrowdStrike dio lugar a la caída a nivel mundial”. ¿Ciberataque? Dijeron que no. 

La dependencia a este sistema operativo es, de alguna manera, brutal; y lo es en su doble aspecto, tanto lelo, como despiadado. ¿Cómo es posible? La respuesta se encuentra en la concentración, en el poder relevante que estos productos tienen en el mercado mundial, en la condición de monopolio que permanece como parte de ese capitalismo voraz sin límites, cuya comparsa se encuentra en la falta de voluntad de los hacedores de leyes y de quienes debieran aplicarlas. Este recordatorio escalofriante recorre casi todo el mundo y complicidades mayúsculas en Occidente que, en su ADN colonizador, hoy controla y controlará, también, a partir de la tecnología y sus avances, a menos que reaccionemos.

Aun cuando no se quiera ver, la realidad es aplastante: Los humanos como consumidores pasivos y la tecnología como un método para controlarlos, dará como resultado la potencial esclavitud de muchos. Yuval Noah Harari, a quien Bill Gates apodó “el Oráculo”, reflexionó sobre la ética en el desarrollo de tecnologías y no le falta razón cuando advierte que, “la línea que separa una tecnología buena de una mala, desde el punto de vista ético, es extremadamente delgada y depende de cómo los ingenieros y desarrolladores entienden a los individuos como receptores de la misma”; es decir, la tecnología puede ser tanto una herramienta liberadora, como una amenaza, depende de cómo la utilicemos y comprendamos su impacto en nuestra sociedad, en nuestra vida diaria.

Bajo esta premisa, nuestra vulnerabilidad es asombrosa, empecemos por reconocerlo y, a partir de ahí, saber que la única posibilidad que tenemos para mitigarla está en la exigencia de un mercado verdaderamente competitivo al alcance de todos… usted decídalo: Microsoft o las trampas de la fe.  

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ

@DIEGOLGPN 

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