MALOS MODOS

J D Vance: el nacimiento de un populista

Es un buen momento para leer “Hillbilly Elegy”, o “Hillbilly, una elegía rural”

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Es un buen momento para leer “Hillbilly Elegy”, o “Hillbilly, una elegía rural”, como se le conoce en español, el libro de un tal J D Vance, es decir, del hombre que – por el empuje de Trump y por la crisis de los demócratas, con la de Biden a la cabeza– probablemente se convierta en vicepresidente de los Estados Unidos. ¿Por qué leerlo? Hay dos buenas razones, que en cierto sentido son una.

La primera razón es, diríamos, entre sociológica y antropológica. Nacido en Ohio de una familia originaria de los Apalaches, es decir, una familia de blancos pobres, violenta y atormentada por las adicciones (el lugar común, prejuicioso pero elocuente, diría: de esos gringos que tienen más tatuajes que dientes), Vance pasó por los Marines, con despliegue en Irak incluido, antes de estudiar Ciencias Políticas y Filosofía en la Universidad de Ohio, primero, y Derecho en Yale, después. “Hillbilly Elegy” cuenta justamente ese trayecto entre los horrores de la vida “redneck” y el éxito académico, al que siguieron el éxito como escritor –el libro se convirtió en un best-seller–, el económico y, más recientemente, como resulta claro, el político.

En otras palabras, estamos ante un volumen de memorias realmente notable, sobre todo por el retrato de ese universo violento, propenso al fanatismo y permeado de rencor que, en efecto, dice mucho de muchos votantes de Trump, esos que decidieron entregarle el Partido Republicano, la presidencia y, probablemente, la reelección, sin mencionar aquel conato de golpe de Estado. A propósito, hay película. La encuentran en Netflix. La dirige nada menos que Ron Howard, con unas muy notables Amy Adams y Glenn Close.

La segunda razón por la que deberíamos entrarle al libro de Vance es el modo poco enaltecedor en que lo exhibe, por contraste. Tanto como en retratar a su entorno, brillantemente, Vance se empeña en hablar de sus logros. De su capacidad para nadar contracorriente y salir de la marginalidad salvaje de su infancia y adolescencia.

En ese sentido, el libro es un autohomenaje muy gringo en un sentido clásico, es decir, en el sentido de que desprecia el victimismo y rinde tributo al fuerzo individual como vía de superación. Bueno, pues Vance, el Vance de hoy, ha decidido olvidar sus palabras y entregarse a la retórica de la víctima.

¿Lo oyeron el otro día ante los fieles de Trump? Una sarta de diatribas contra la migración y, cómo no, unas cuantas concesiones al complotismo anti Wall Street, en una cacería del aplauso fácil que lleva a Paul Krugman a hablar de Vance como del político más cinicazo de la política gringa, incluso por encima de Trump, al que alguna vez tachó de un probable Hitler americano y en el que acaba de descubrir a un elegido.

Tiene razón Krugman. Hay otra forma de decirlo. Estamos ante el nacimiento de un populista.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

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