La explicación de la votación que lograron Morena y sus aliados ha sido ampliamente difundida por distintos analistas que coinciden, básicamente, que la popularidad del presidente López Obrador, que la distribución de recursos en los programas sociales y el aumento del salario mínimo, así como la narrativa que propició la ruptura entre “ricos” y “pobres”, dio este resultado electoral.
La realidad es que arrasó el obradorismo en todas las elecciones. No fue sorpresa el triunfo de Claudia Sheinbaum, pero sí lo fue –y muy grande— el triunfo electoral en lugares como Yucatán, donde el gobernador panista había sido evaluado con altas calificaciones; o Morelos, donde Cuauhtémoc Blanco se consideró como el peor de los gobernantes. Eso no importó, la retórica –desde Palacio— fue incesante, así como la participación abierta del gobierno en el proceso electoral.
No hubo fraude en términos jurídicos, pero sí unos comicios que conllevaron a una elección de Estado.
En el escenario de la oposición, habrá que reconocer, que analistas políticos e impulsores de la candidatura de Xóchitl se encerraron en una burbuja de soberbia y no supieron, ni quisieron, penetrar en los deciles menos favorecidos de la sociedad.
Todo esto no modifica los malos resultados en seguridad, salud y educación. El país sigue amenazado y amedrentado por el crimen organizado y la nueva concentración del poder tiene la obligación –antes que nada— de resolver estos temas.
La primera gran batalla será en septiembre, último mes del presidente López Obrador, que quiere ver aprobadas sus 18 reformas constitucionales, tal como las presentó en el Congreso desde el 5 de febrero.
Forzar la aprobación del Plan C, puede ser el peor error político y económico del final de este gobierno. Desaparecer los Organismo Constitucionales Autónomos; reformar el Poder Judicial para que sean electos por el voto popular Ministros, Magistrados y Jueces; Consejeros del INE y del Tribunal electoral surjan de un proceso electoral; la desaparición de Diputados plurinominales y Senadores de lista nacional, provocarán reacciones internas y externas que perjudiquen el inicio de la nueva administración.
Dejen que la Presidenta, en tiempo y forma, tome estas decisiones.
En el Senado de la República es probable que Morena y sus aliados no tengan la mayoría calificada; éste será el último valladar.
En cuanto a lo económico, el neoliberalismo no se puede acabar con un plumazo, sino con una política inteligente y congruente con el constitucionalismo mexicano. Hasta hoy los grandes capitales nacionales y extranjeros han sido favorecidos a través de contratos sin licitaciones y el mantenimiento de concesiones que han permitido que dupliquen sus ingresos en esta administración.
La oposición está obligada a no arriar banderas, pero también a proponer proyectos que convenzan al pueblo de México.
Afortunadamente existen voces en el oficialismo tolerantes e inteligentes, como los mensajes que ha dado Juan Ramón De la Fuente, exrector de la UNAM. No todo está perdido, hay capacidades e inteligencias que piensan en México, por encima del fanatismo partidista.
POR ALFREDO RÍOS CAMARENA
CATEDRÁTICO DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM
PRESIDENTE DEL FRENTE UNIVERSITARIO LATINOAMERICANO (1958-1962)
VICEPRESIDENTE DE LA SOCIEDAD MEXICANA DE GEOGRAFÍA Y ESTADÍSTICA
MAAZ