RUINAS DEL FUTURO

El día después, un balance

Xóchitl no les “lavó la cara” a los partidos que la postularon; la mala imagen de esos partidos, más bien, dañó severamente la imagen de Gálvez

OPINIÓN

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Carlos Bravo Regidor / Ruinas del futuro / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

¿Qué pasó? Tres datos sintetizan la dimensión histórica de los resultados del domingo. Uno, Claudia Sheinbaum ganó con cerca de 60 por ciento de los votos en la elección presidencial, más del doble que el porcentaje que obtuvo Xóchitl Gálvez.

Dos, la alianza entre Morena, PVEM y PT ganó mayorías calificadas en Cámara de Diputados y Senado; y si les llegaran a faltar algunos senadores, sobran incentivos para deserciones en la oposición. Y tres, de 9 gubernaturas en juego, Morena ganó 7; ahora controlará tres cuartas partes de los gobiernos estatales. Carro casi completo.

¿Cómo explicarlo? De entrada, porque Claudia Sheinbaum supo evitar rupturas en la coalición obradorista. Supo hacer campaña con mucho tiempo, disciplina y profesionalismo.

Supo cultivar una presencia, una estrategia y un mensaje que comunican muy eficazmente su promesa de continuidad. Supo convertirse en la candidata que encarnó el apetito mayoritario del electorado. Supo hacer, en suma, lo que tenía que hacer para ganar. 

También por el efecto López Obrador: su popularidad, el impacto político y los niveles de aprobación de “sus” programas sociales, el aumento al salario mínimo, sus conferencias mañaneras y la cobertura de altavoz que le dieron tantos medios, los servidores de la nación, en fin, el hecho de que la ayudó en todo lo que pudo, por dentro y por fuera de la ley.

En cierto sentido, el proceso electoral tuvo la fisonomía de una reelección por interpósita persona. Es la primera vez en casi un cuarto de siglo que su nombre no aparece en ninguna boleta; su presencia, sin embargo, fue ubicua en toda la elección.

Finalmente, otra explicación está en el desprestigio que pesa sobre los partidos “tradicionales”, PRI, PAN y PRD. Incapaces de reinventarse durante todo el sexenio, de transformarse en algo más que un foco de resistencia contra la hegemonía obradorista, aceptaron a una candidata con un perfil espontáneo y novedoso, que más o menos pudo aglutinar a sus distintos electorados en torno a ella, pero que muy rápidamente dejó de encontrar electores susceptibles de ser persuadidos.

Xóchitl no les “lavó la cara” a los partidos que la postularon; la mala imagen de esos partidos, más bien, dañó severamente la imagen de Gálvez.

¿Qué sigue? Unas oposiciones en las que probablemente habrá muchos reacomodos aunque poca renovación. Un gobierno muy poderoso y comprometido con la continuidad, pero un Estado con grandes debilidades estructurales muy difíciles de cambiar.

Un país político que será otro, un país nacional que seguirá siendo el mismo. Y una correlación de fuerzas en el Congreso muy cómoda para reformar la Constitución, para desactivar el sistema de pesos y contrapesos y desembocar, por la soberana decisión de una mayoría democrática, en otro tipo de régimen.

Carlos Bravo Regidor

@carlosbravoreg

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