Este mundo tan persistentemente loco (como muchos de sus habitantes) se ha empeñado en diversas épocas en llevar al poder a sujetos que presentan muchos de los llamados “trastornos de personalidad”, como llamamos nosotros los psicólogos a estos peculiares individuos.
Así, hoy tenemos gobernando (o con ganas de gobernar) a más de una docena de ellos. Y por ahí desfilan populistas encumbrados como Trump, Orbán, Erdogan, Ortega, Maduro, Díaz Canel, Bukele, Milei o al tan de moda Evo Morales. Aquí en México tampoco cantamos mal las rancheras.
Muchos de estos personajes parecen sacados de un manual del populista perfecto. He aquí algunas de sus características: solo lo que ellos piensan es lo correcto y nadie puede tener una visión del mundo mejor o superior a la de tan distinguidos poderosos. Se consideran “perfectos”, irrefutables y obviamente no requieren de otros puntos de vista (menos aún de la oposición política o ciudadana) para conformar su opinión.
Debo decir que el narcisismo maligno correlaciona ampliamente con otro rasgo fundamental: el autoritarismo. Si la opinión de estas personas es inmejorable, se deben obedecer sus órdenes y cumplir (sin osar cambiar ni una coma) sus indicaciones. ¿Para qué escuchar a otras personas? Ellos son inmejorables y todo lo que dicen es lo correcto.
Nada de cambios, ajustes o golpes de timón. No hay reflexión o conocimiento que les pueda hacer cambiar el rumbo. ¡Los dioses no pueden equivocarse!
En el fondo, el narcisista es una persona muy insegura, no tolera las críticas ni escucha a los demás, esto les resulta inaceptable y peligroso para su estabilidad emocional. Para estos personajes—hombres o mujeres— es muy difícil debatir, porque para ello se requiere escuchar y conceder valor a los razonamientos de los otros y, por supuesto, sus niveles de empatía son muy bajos, yo diría que prácticamente inexistentes.
¿Cómo estar en los zapatos del otro, si se trata de seres inferiores a su persona? Mejor ignorarlos y de ser posible echarles la culpa de todo.
Todos los que no piensan como ellos son “conservadores” (cualquier cosa que eso quiera decir) y están en su contra porque no aceptan su superioridad, comenzando por periodistas, políticos insumisos o académicos que se oponen a la llegada de la honestidad y esperanza que ellos encarnan más allá de la estorbosa realidad. Intentan presentar una fachada progresista, aunque en el fondo piensan, entre otras lindezas, que las mujeres deben estar subordinadas al macho y no deben contradecirlo.
Las patologías que acompañan usualmente a los populistas me parecen fascinantes, aunque solo como psicóloga. La tragedia de muchos políticos, aparentemente exitosos, es que poco a poco van dejando atrás el interés por la comunidad en aras de la vanidad con el fin de preservar su supuesta inmortalidad histórica.
Si no estuviera en juego la democracia y la vida de muchos humanos es posible que muchos seres de este tipo me resultarían hasta ridículamente divertidos.
POR TERE VALE
COLABORADORA
@TEREVALEMX
MAAZ