COLUMNA INVITADA

Mamá, no quiero ser...

Nomás escucha al señor Aguilar Camín o al tal Pedro Ferriz… no mamá, no quiero ser comentócrata, no es posible tanto odio

OPINIÓN

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Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Se oye a un muchacho decir: —“Chumel ni la señora Dresser o Macario Schettino, ¡ah! y mucho menos, Loret o Brozo… ¡Ma, de verdad! Nomás escucha al señor Aguilar Camín o al tal Pedro Ferriz… no mamá, no quiero ser comentócrata, no es posible tanto odio; y ni qué decir de este señor Alazraki o de aquel al que le dicen “saco de pus”, o de ese programa facineroso con esas distinguidas señoras que midieron el pulso electoral en su vuelo de regreso a México desde París; no, mamá, de plano, no puedo digerir ese mundito alternativo, onda rosa, bonito y odiador”. 

Tenemos riesgo a caer en lugares comunes, incluso, el peligro de confundir la palabra de uno con el vozarrón interesado de tantos otros que se instalan en los medios y que no pueden disimular su desesperado alegato en busca de un beneficio, una prebenda, un lugarcito en la mesa del poder, como era antes.

Pero el riesgo mayor es dejar pasar la amenaza y no decir nada. 

La comentocracia mezquina avanza, una y otra vez. A veces a pasitos, pero ocupa espacios, recupera minutos, invade páginas y se mimetiza en el discurso cotidiano de la calle. Se buscan, se unen y avanzan con sus opiniones, sesgan la realidad, tuercen la Historia y con esa estrategia crecen o, al menos, se mantienen.

Dicen ser parte de la “sociedad civil organizada”, tienen nombres y empresas detrás. Tienen medios de comunicación y de los otros. Sus voces, con discurso altisonante, siempre cerrado, siempre soberbio de respuestas y de saberes sobre todos los temas.

Saben de todo; y los que se equivocan y los que no entienden, son los otros, los que han optado por “ponerse nuevamente las cadenas”, rehuyendo a la libertad que estos comentócratas ya habían conseguido.

Por eso no escuchan, ni leen. Por eso su “opinión” partidaria es mala y sus escritos, ilegibles, o rebosan de consignas huecas con signos de admiración por todos lados.

Por eso se regodean en el páramo de sus sectas mínimas, donde se desarrolla la fascinación por un Aleph o Atypical singular: allí está todo, lo único importante y lo que determina sus actitudes, su conducta, su prensa y su línea. Cada vez más lejos de la sociedad mexicana, de los trabajadores, de la ciudadanía y, especialmente, de los jóvenes.

Cada vez más ajenos al universo cotidiano que los rodea, se diluyen en apariciones esperpénticas, en reacciones inconstantes.

Agoreros del desastre, México no fue ese infierno que vaticinaron; y a  pesar de los inconmensurables problemas que existen, el resultado electoral indica un camino.

La mala noticia para ellos es que sus voces perdieron eco, su caja de resonancia se partió. Necesitamos objetividad, no odio; análisis sesudo, no berrinches por falta de “apapachos”.

Cuando todos se concentran en torno a una sola opinión, seguro que la verdad se encuentra en otra parte.   

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ

COLABORADOR

@DIEGOLGPN

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