La solución para muchos de los males que hoy enfrentamos está frente a nuestros ojos y bajo el mismo techo. La compasión, la empatía, la solidaridad, el sentido de comunidad, entre muchos de los valores universales de la sociedad, empiezan a ejercitarse en casa, donde los más pequeños de la familia son los mejores embajadores de la transformación.
Ésta no es una romántica afirmación. Los organismos internacionales, como UNICEF y UNESCO, sostienen que la construcción de ciudadanía arranca en edades tempranas, lo que implica inculcar valores, conocimientos y habilidades que permitan a niñas, niños y adolescentes (NNA) a participar de manera activa y responsable en su comunidad y en la sociedad en general.
Hoy que se respira un ambiente polarizante y divisivo, una de las rutas para salir de este contexto está en mejorar la calidad de vida de NNA, porque cuando hay calidad y condiciones seguras en casa, los miembros de la familia están más dispuestos a hacer algo por los demás, a generar comunidad y fortalecer el tejido social, señalan los expertos.
¿Por dónde empezar? En casa y en el entorno que la rodea, es decir, motivándolos a construir comunidad. La experiencia que hemos obtenido con Fundación Vinte, a través de la cual se rescatan espacios públicos y se convierten en áreas recreativas donde NNA y adultos de distintos conjuntos habitacionales pueden interactuar en actividades deportivas y culturales, ha tenido un importante impacto en cómo los NNA logran sentirse más seguros y con mejores condiciones para su florecimiento.
Construir comunidad entre vecinos implica fomentar relaciones de confianza, cooperación y apoyo mutuo. La ‘vecinocracia’, bien entendida, genera muy buenos dividendos para la sociedad en su conjunto. Está comprobado que, a través de la organización, emerge una especie de magia que contribuye a mejorar la calidad de vida y define de manera profunda la perspectiva de vida y felicidad de las personas.
*Carlos Alberto Cadena Ortiz de Montellano es Presidente de la Fundación Vinte.
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