El ingrediente más importante de una elección es que las y los ciudadanos participen ejerciendo su derecho al voto por la opción política que consideraron pertinente.
Así, la participación ciudadana representa, entre otros rubros, un espacio de reflexión y evaluación respecto de las mejoras que tienen para su subsistencia y porvenir, de su entorno social y de su seguridad, es decir, una evaluación general de la gestión de un órgano legislativo y/o una gestión de gobierno.
Esta evaluación se ve reflejada en la ratificación de una determinada opción partidista, el rechazo de esta, o el otorgamiento de su voto a un actor político distinto.
Este ejercicio que la ciudadanía realiza es característico de un sistema democrático en donde las mujeres y los hombres votan en libertad, en secrecía y seguridad.
Por ello, la participación política de la ciudadanía es tan importante ya que marca la credibilidad social para el rumbo del país.
Consecuentemente ¿la participación ciudadana en las pasadas elecciones del 2 de junio fue óptima? De entrada, si suficiente para darle certeza, validez y legitimidad al presente proceso electoral.
En esta elección, tomando como base los resultados de la elección por el que se renovó la presidencia de la República que, dicho sea de paso, generalmente es una de las elecciones en donde más ciudadanas y ciudadanos acuden a las urnas, se registró una participación del 61.04%.
¿Podemos considerar una alta participación ciudadana? No. Ya que este porcentaje representa también que el 38.96% de las y los mexicanos inscritos en los distados nominales no asistieron a votar o, dicho de otro modo, poco menos de 40 millones de ciudadanas y ciudadanos no votaron.
Si registramos la participación ciudadana de las elecciones presidenciales de 1994 a 2024 observamos que se han registrado 6 elecciones presidenciales de donde la media de participación se ubica en un 64.55%, es decir, la participación ciudadana registrada en 2024 se coloca con 3.51 puntos porcentuales debajo de la media.
Ahora bien, de estos 6 procesos electorales presidenciales, es de llamar la atención que la menor participación se registró en 2006 con un 58.6%, con lo que en 2024 se obtuvo un 2.44% de mayor participación.
Son embargo, comparando la participación ciudadana registrada en la elección de 1994, que alcanzó un 77.2%, se ubica a 16.16 puntos porcentuales por arriba de la participación obtenida en 2024.
Con estos registros, podemos decir que, de las 6 últimas elecciones presidenciales, solo en 2006 y, ahora la de 2024, son las que han registrado las tendencias más bajas de participación ciudadana.
Por lo mismo, vale la pena preguntarnos, ¿existe alguna interpretación a la no participación de la ciudadanía en las elecciones? Varias, la principal está relacionada con la falta de interés de la ciudadanía por los procesos democráticos a los que tienen derecho, ya sea por apatía o por falta de suficiente información.
El abstencionismo significa también un mensaje de la ciudadanía sobre la falta de credibilidad de los actores políticos participantes o, sin concebirlo directamente, del propio sistema electoral.
También, es el reflejo de una sociedad que considera que votando no hace diferencia alguna.
Con este panorama y ante un nuevo órgano legislativo en puerta, uno de los aspectos que bien deben ser analizados es justamente revisar las medidas y alternativas que otros sistemas electorales han adoptado para incentivar la participación ciudadana en elecciones, sobre todo, ante una inminente reforma en materia electoral.
Análisis que deberá contar con todos los componentes reales de un Parlamento Abierto.
¡Estaremos atentos!
POR FERNANDO DÍAZ NARANJO
COLABORADOR
PAL