COLUMNA INVITADA

Claudia, la estadista

Esa es la oportunidad de Claudia, la estadista. Construir instituciones que mantengan el equilibrio de poderes y el Estado de Derecho, que de certidumbre para la inversión y verdadero acceso a la justicia

OPINIÓN

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Bosco de la Vega / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de comportarse como estadista, dejando atrás las tentaciones autocráticas del Presidente López Obrador. 

Claudia Sheinbaum será presidenta. Como en otras transiciones, su figura y mensajes ya se asumen como muestras anticipadas de su actuar en el Ejecutivo. Ojalá que honre con visión de estadista sus palabras del 2 de junio sobre concebir un “México plural, diverso y democrático”.

Los últimos seis años, el poder se utilizó para imponer una ideología, dividir a la sociedad, desmantelar el estado y erosionar la democracia. El presidente López Obrador centralizó en su persona no solo la actuación y comunicación cotidianas del gobierno, también la dirección de los legisladores oficialistas y las definiciones de su partido-movimiento. Lejos de ser un estadista, fue presidente de partido, líder de un movimiento, activista en funciones de presidente, juez, legislador, coordinador de campaña, censor y dictador de opinión, todo al mismo tiempo. 

Pero Sheinbaum no es López Obrador. Tiene la mejor oportunidad de demostrarlo. De asumirse por encima de grupos y facciones, y pensar en un México donde todos cabemos. Desde ahora puede mostrar las características del estadista: pensar en el largo plazo, actuar con sensatez y prudencia, construir consensos y liderar con inclusión. Ser líder de un país plural, no de un grupo o camarilla.

Mucho se ha dicho que todavía no conocemos verdaderamente a la futura presidenta. Que debemos esperar hasta el 1 de octubre, mientras sortea con prudencia política los dictados de un presidente que se quiere imponer. 

Esa prudencia podría resultar costosa para el país. La reforma judicial que impulsa el obradorismo, implicaría borrar de un plumazo décadas de formación técnica y carrera judicial para politizar vía elecciones la selección de ministros, jueces y magistrados. 

Ha acertado Sheinbaum en llamar a un diálogo amplio. Pero no basta. México debe conocer con claridad su posición sobre cuál es la reforma judicial que necesita el país para cumplir con su aspiración de justicia, más allá de vendettas que poco transformarán la realidad. 

En este camino, tiene dos opciones. Plegarse a la propuesta presidencial, sabiendo los riesgos que implicaría que intereses partidistas, económicos o criminales impulsaran candidatos a jueces. O bien, impulsar una reforma integral que mejore la justicia y preserve la independencia judicial.

Esa es la oportunidad de Claudia, la estadista. Construir instituciones que mantengan el equilibrio de poderes y el Estado de Derecho, que de certidumbre para la inversión y verdadero acceso a la justicia. Ser una líder que supere las tentaciones de la autocracia. La oportunidad está en la mesa. 

CUMULONIMBUS. ‘El gobernante que pretende encauzar a su país hacia la democracia tiene que empezar por ser un verdadero demócrata”, Lázaro Cárdenas.

POR BOSCO DE LA VEGA

COLABORADOR

@BOSCODELAV

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