La organización Human RightsWatch en su último informe global de los derechos humanos, destacó como una de las tendencias más preocupantes, a la “indignación selectiva” ante los abusos, y a la “diplomacia transaccional” que consiste en hacerse de la vista gorda a cambio de contrapartidas políticas, comerciales o migratorias.
Desde su fundación, la Unión Europea (UE) se ha enorgullecido de defender los derechos humanos, la dignidad y la libertad; sin embargo, una y otra vez, sus acciones hoy no coinciden con las palabras. Varias decisiones de la UE contradicen sus propios tratados.
Esta hipocresía es patente en los abusos a los derechos humanos, a través del financiamiento que dan a otros países en operaciones antiinmigrantes, como en Marruecos, Mauritania y Túnez, o incluso, en la represión de los derechos de algunas minorías con el nuevo Pacto sobre Migración que contraviene las políticas antirracistas de la UE.
La Unión, por un lado, ha aumentado la capacidad de sus Estados miembros para hacer retroceder a los inmigrantes y refugiados mediante perfiles raciales, detenciones y registros, y, por otro lado, dice estar comprometida con su plan de acción contra el racismo. ¿De verdad?
¿Cómo explicar que los países europeos continúen armando a Israel, a pesar de que ese país está acusado de crímenes de guerra y genocidio?; y por si fuera poco, al mismo tiempo, la UE llega a un acuerdo con Egipto para evitar una migración masiva desde Gaza; o ¿cómo entender que, ante el anuncio por parte del Fiscal de la Corte Penal Internacional de buscar órdenes de arresto en contra del Netanyahu y otros ministros israelíes, la posición de la Presidenta de la Comisión Europea difiera diametralmente con la de algunos de sus miembros, como Francia, España y Bélgica?
Esta hipocresía también ha provocado el declive de algunos organismos internacionales. La UE, junto con sus aliados en la OTAN y los miembros del G7 se rehúsan a reconocer la naturaleza de un mundo moderno multipolar en crecimiento, de ahí que escuchemos tambores que empiezan a sonar, acompañados de discursos belicistas.
En realidad, el sistema internacional no puede ser moldeado únicamente por unas pocas superpotencias y sus preocupaciones políticas e ideológicas. Es imposible imaginar un sistema mundial en el que se prioricen los intereses y beneficios de determinadas potencias a expensas de la explotación de otros países y pueblos.
En fin, la mala noticia es que esto no va a mejorar. Tras las elecciones europeas de la semana pasada, los partidos de extrema derecha y sus pensadores prehistóricos, aliados a la derecha gobernante, se han posicionado con fuerza en el espectro político, lo que hace improbable, en el corto plazo, un golpe de timón en el que se busque empatar la palabra con el compromiso, es decir, coherencia entre el ideario europeo y sus acciones.
POR DIEGO LATORRE LÓPEZ
COLABORADOR
@DIEGOLGPN
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