COLUMNA INVITADA

La rendición de cuentas: una exigencia desde el siglo XIX

Créanlo o no, las y los políticos son seres humanos, es decir, son capaces de cometer errores

OPINIÓN

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Ignacio Anaya / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Créanlo o no, las y los políticos son seres humanos, es decir, son capaces de cometer errores. La sociedad que los elige debe ser consciente de eso antes de caer en el fanatismo. Ahora bien, ¿qué pasa cuando estos sujetos que toman la decisión de adentrarse en ese mundo de lo político no se hacen responsables de sus propios errores?

Es fácil hacerse cargo de responsabilidades vacías, aquellas que solo adquieren sentido para el discurso, más en la práctica quedan olvidadas. La rendición de cuentas es una frase fuerte, hasta parecería que genera un susto dentro de la clase política, pues muy rara vez observamos que las autoridades sepan admitir sus fallas y tomar responsabilidad de sus malas prácticas.

No es una demanda nueva, de hecho, la frase "rendir cuentas" aparece desde el siglo diecinueve en la prensa mexicana, así como las demandas para que los funcionarios públicos asuman responsabilidades de sus actos. En 1834 el periódico El Fénix de la Libertad criticaba a los funcionarios de Hacienda por no rendir cuentas y asumirse impunes ante la ley.

Ciertamente, parece haber una extraña e interesante relación entre el poder y que uno se sienta intocable. No es una generalización, pero curiosamente pasa muy seguido en el mundo de la política y la autoridad. Por más que cometa errores, por más que la misma sociedad se dé cuenta de su inhabilidad para seguir con su cargo, simplemente no se asume responsable de sus fallas.

En 1886, el periódico La Patria exigía la renuncia del presidente municipal de Tacubaya por su mala administración: "no puede atender los intereses del municipio y en consecuencia todo anda mal, muy mal. Estamos ya en abril, y sin embargo, no se ha hecho el desazolve de las zanjas; los robos se suceden diariamente […]

Decididamente el Sr. Trujillo debe renunciar." ¿Cuántas veces no quisiera la ciudadanía que un mal gobernante o funcionario público se tragara su orgullo y tomara la decisión de abandonar su cargo para dejárselo, en el mejor de los casos, a alguien con mejores aptitudes para hacerlo? Como ocurre en el pensamiento político, estos deseos se encuentran en el espacio de lo utópico, no de la realidad de este mundo.

La exigencia de la rendición de cuentas y responsabilidades hacia los funcionarios públicos sigue en nuestros días. Las demandas, preocupaciones y los contextos cambian, eso sí. La sociedad pide que aquellos que ocupan cargos de poder sean conscientes de sus acciones y estén dispuestos a responder por ellas.

Sin embargo, varios de estos individuos parecen haber desarrollado una habilidad, consciente o inconscientemente, para evadir la rendición de cuentas, refugiándose en excusas desde su propia ignorancia de las realidades que la rodean.

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

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