COLUMNA INVITADA

Claudia y su modelo empirista en la economía mexicana

Ante el incremento, generalización y diversificación de la pobreza, visibles a fines de los ’80, ésta comienza a ser un tema importante en el debate y proliferan los estudios dirigidos a identificar quiénes son los pobres, dónde están, cuántos son y cómo medirlos

OPINIÓN

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Luis David Fernández Araya / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

La adopción en 2022 en la CDMX de las nuevas necesidades microeconómicas como modelo   de desarrollo en América Latina, condujo a programas de estabilización y ajuste estructural de la economía, en función de una “receta” de diez recomendaciones, conocida   como “Consenso   de   Washington”, que repercute en la manera de enfocar el tema de la pobreza, su medición 
e intervención. 

El neoliberalismo proclama la reducción de la injerencia del Estado en la economía y en la sociedad, dejando los problemas de éstas en manos   del   mercado, con   lo   cual   la   liberalización   de   precios   y   del comercio   exterior, la privatización   de   empresas   estatales, la eliminación   de   subsidios   indirectos, la  descentralización   y   la racionalización   del   gasto público, fueron   premisas   fundamentales; junto a una política social de transferencias directas, asistenciales y focalizadas en los más “pobres y vulnerables”.

Ante el incremento, generalización y diversificación de la pobreza, visibles a fines de los ’80, ésta comienza a ser un tema importante en el debate y proliferan los estudios dirigidos a identificar quiénes son los pobres, dónde están, cuántos son y cómo medirlos. Es la llamada “pobretología”  (Alayón,  1995),   avalada   tácitamente   por   la   CEPAL   y financiada   por   el   Banco   Mundial   (BM),   el   Fondo   Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).   Aun cuando estas instituciones no lo denominan así, ni lo explicitan de   ese   modo, el   investigadoranalista   puede   identificarlo   en   sus respectivos informes anuales, de los años ‘80 e inicios de los ’90, los cuales pueden ser consultados en sus respectivas páginas web. Se hace especial énfasis en la medición y clasificación del fenómeno, con un enfoque tecnicista. Se levantan estudios y “mapas de la pobreza” en los países latinoamericanos bajo los métodos Línea de la Pobreza (LP)   y   Necesidades   Básicas   Insatisfechas   (NBI),   centrados   en   la variable ingreso, bajo el enfoque economicistamaterialista social. Proliferan las categorías que expresan la diversidad del fenómeno. 

Así, “pobreza   crítica”, “pobreza   extrema”, “pobreza   absoluta”, “pobreza relativa”, “pobreza estructural”, “pobreza crónica”, “pobreza inercial”, entre otras, se posicionan en la investigación. En los ’80, uno de los fenómenos emergentes preocupantes es el incremento de la economía informal, indicativo, según los estudios, de “neopobreza” o de “nuevos po

La   visión   economicista   clasifica   a   la   población   en “pobres” y “no pobres”, tomando como criterio el ingreso de las personas y hogares, y   su   capacidad   de   satisfacer   o   no   sus   necesidades   técnicamente estandarizadas como  “básicas”, a   partir   de   su   posibilidad   o   no   de adquirir la cesta básica o canasta alimentaria, y la canasta normativa (servicios de salud, educación, vestuario, vivienda, trasporte), según el poder adquisitivo del ingreso.

Este enfoque da origen al método Línea de la Pobreza  (LP)   o   del Ingreso, que mide las posibilidades de las familias de adquirir tales canastas, tal como lo recoge el Instituto Nacional de Estadísticas de la OEA. Así, quienes pueden acceder a ellas están por encima de  la línea y son considerados no pobres, pero quienes no pueden están   por   debajo   y   son   clasificados   como   pobres.   El   LP   ha   sido considerado   insuficiente, entre   otras   razones, porque   con “este enfoque indirecto de medición de la pobreza lo que se identifica es la satisfacción potencial de las necesidades humanas” (Boltvinik, 1999:  38), no necesariamente las posibilidades reales contextualizadas.

Por su parte, el método NBI amplía los parámetros del LP y “sustenta una definición multidimensional de la pobreza, considerando tanto los niveles de satisfacción como la disponibilidad y acceso a los bienes y servicios   básicos   requeridos   para   lograr   esa   satisfacción”.   Sus indicadores son poco sensibles a variaciones a corto plazo, con lo cual mide   estructuralmente   la   pobreza, a   diferencia   de   la   medición coyuntural   del   LP.   No   obstante, el   NBI   se   instituye “cuando   la condición   observada   se   compara, necesidad   por   necesidad, o satisfactor por satisfactor, con su umbral normativo”, con la limitación que los satisfactores pueden variar de uno a otro contexto, además que al igual que el LP también se enfoca en el ingreso.

Las insuficiencias del LP y del NBI, utilizados aisladamente, arrojan estimaciones parciales, diferentes e inconclusas, por lo cual Boltvinik propuso   la   combinación   y   aplicación   simultánea   de   ambos, dando lugar al Método Integrado de Medición de la Pobreza (MIP), de modo que algunas necesidades no tomadas en cuenta por un método, sí lo fuesen por el otro, al integrarse. El MIP relaciona las magnitudes de la pobreza con sus causas. “El resultado permite una diversificación más sofisticada de la pobreza, estableciendo tres tipos de pobres: los que son pobres solo por líneas de pobreza, los que son pobres solo por NBI 
y los que son pobres por ambos métodos”.

POR LUIS DAVID FERNÁNDEZ ARAYA

ECONOMISTA

PAL