La primera conclusión a la que llegó después de analizar los factores que determinaron que casi el 60% de las personas que salieron a votar el 2 de junio lo hicieran a favor de la continuidad de la autodenominada 4ª Transformación, es que la inseguridad y la corrupción ya no importan a los votantes.
La preocupación por estos temas, de acuerdo a las más recientes encuestas del INEGI (ENVIPE y ENSU) y algunas realizadas a la salida de las casillas, así como los más de 189 mil homicidios dolosos acumulados a lo largo del sexenio y actos de corrupción como el fraude en SEGALMEX, pasaron a un segundo plano.
Contabilizar más de 280 víctimas de homicidio doloso en un solo fin de semana y de 3 decapitados en la tierra natal del presidente de la República (Macuspana), dejaron de ser nota en los medios de circulación nacional y en la narrativa de Palacio Nacional, que se han volcado en el festejo por el triunfo de la candidata oficialista y el inicio del proceso de entrega-recepción de la administración federal, antes de atender problemas como el antes descrito.
Pareciera que ya a nadie le importa caminar entre cuerpos ensangrentados y decapitados, tampoco andar chapaleando entre charcos de sangre aun sin coagular; que a nadie le preocupa que para poder comercializar sus productos y servicios tenga que pagar piso; que la mejor anestesia para no sentir nada sea una inyección de dinero a través de los programas sociales, acompañada de una narrativa que todos los días machaca que en materia de seguridad todo está bien, que los delitos de alto impacto han disminuido, que no hay más inseguridad, solo hay más muertos, que los únicos que insisten en que están mal las cosas son los neoliberales y en el peor de los casos, si así fuera, el culpable es Felipe Calderón.
No olvidemos que el propio presidente López Obrador reconoció en un programa de Ciro Gómez Leyva que “sin seguridad no habrá 4ª Transformación”, sin embargo el holgado triunfo del oficialismo en las urnas le alcanza para caminar sobre sus propias palabras y la gente se lo va a perdonar.
Si así fuera, más vale que los habitantes de las entidades y municipios con más violencia, léase homicidios dolosos, extorsión, cobro de piso, robo en sus diversas modalidades y mayor control territorial por parte de los grupos delictivos se vayan acostumbrando a vivir así, que no se quejen porque no es cierto que haya más violencia.
De cara al futuro habrá que buscar nuevos indicadores, para evaluar el desempeño del gobierno de la “continuidad con cambio” (conferencia mañanera 20 mayo 2024), que no estén relacionados con la inseguridad y la corrupción porque estos han perdido vigencia.
Misma estrategia deberán buscar los partidos políticos de oposición ya que criticar a los gobiernos de los estados y de la República por no atender los problemas de inseguridad no les será útil para volver a ser lo que eran antes de que literalmente les pasara carro guinda encima y los dejara entre huérfanos y viudos.
Por su parte la sociedad civil organizada deberá replantear su estrategia, comenzando por sacudirse a líderes políticos oportunistas que tratarán de mimetizarse en algún movimiento cívico y apostar por liderazgos frescos que puedan conducir nuevas expresiones de masas.
No obstante, si por alguna razón la inseguridad y la corrupción volvieran a ocupar las primeras planas de los diarios y se convirtieran en tendencia en las redes sociales en la siguiente administración, la salida será la misma, la culpa es de su villano favorito por haber permitido que los grupos delictivos crecieran y se siguieran peleando hasta nuestros días, mientras los demás nada más viendo.
POR FACUNDO ROSAS R.
EX COMISIONADO GENERAL DE LA POLICÍA FEDERAL
@FACROSAS
EEZ