COLUMNA INVITADA

El antídoto

Podría parecer que estamos a un paso de la democratización de la depresión, pero no

OPINIÓN

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Sara Morgan / Columna Invitada / El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

En el año 1983, el filósofo, Gilles Lipovetsky, publicó una obra llamada La Era del Vacío, este libro puede ayudarnos a comprender nuestro presente. La hipótesis en la que basa su teoría es que vivimos una era en la que se está erosionando la identidad social y que produce una sociedad flexible que se aleja de la disciplina.

Por ello, es que la cultura posmoderna es materialista y realiza acciones que parecieran antagónicas, pero que más bien se explican como lo que sucede con una moneda, son parte de lo mismo. Seguramente has visto que conviven lo retro con la renovación, lo consumista con lo ecologista, lo sofisticado y espontáneo, lo espectacular y lo creativo.

En ese sentido, nuestra sociedad posee características contradictorias. Donde el valor principal es el individuo y su proclamado derecho a ser libre en un contexto donde crece el narcisismo. 

Con lo anterior, resulta fácil explicar que las figuras piramidales se comiencen a disolver bajo los deseos individuales, que destituyen lo que antaño fue superior, promoviendo una igualación de las jerarquías y una hipertrofia del ego. Nuestro tiempo está plagado de individuos que tratan de reducir o evitar cualquier carga emocional; y en el mismo proceso aumentan las prioridades de la esfera privada de colectivos con intereses miniaturizados e hiper especializados.

Así es como encontramos agrupaciones de ciclistas, gays, alcohólicos, madres lesbianas, etc. Que se solidarizan entre sí, porque resulta mucho más fácil platicar en su propio idioma que aprender a entender el de otras personas. Haciendo retroceder los objetivos universales, y donde se trata de imponer una supuesta superioridad moral que alimenta un narcisismo colectivo. 

Aquella hipótesis de los años ochenta de Lipovetsky, parecería que es exactamente lo que sucede en nuestro presente. Lo anterior, ha generado cambios subrepticios entre expectativas y realidades.

La política es uno de esos aspectos que mayor sorpresa causa, pero no olvidemos el trabajo donde la era postmoderna ha retado las normas establecidas, creando un relajamiento en las empresas, oficinas o espacios laborales que han generalizado un ambiente lleno de rupturas, al no tener claridad sobre las obligaciones entre empleadores y trabajadores; lo que en muchas ocasiones genera renuncias silenciosas o estruendosas. Inhibiendo la permanencia que aporta experiencia y deteriorando el concepto laboral ante un sinfín de confusiones sobre la ruta a seguir; las instrucciones a obedecer y la racionalización del para qué, de la producción; haciéndonos creer que es posible vivir sin objetivos o sentido; lo que es nuevo, pues impera una indiferencia que va ganando terreno dentro de las nuevas generaciones. 

Estamos parados en medio de un sistema que aún funciona, donde las instituciones continúan, pero lo hacen en el vacío, sólo por inercia. La novedad es que a nadie le importa.

Quizás no haya sector donde la indiferencia se vea más clara que la educación; donde la figura del maestro y la jerarquía se debilita ante un discurso banalizado; por lo que todo el proceso educativo se ha visto neutralizado por la apatía; y esta misma aparece cuando los resultados del conocimiento resultan deplorables, pero sólo importan un momento; de la misma manera que el clima o los resultados deportivos.

La educación y el trabajo han entrado en la era de lo espectacular, liquidando el rigor y el esmero, y allí es donde ocupan su lugar protagónico los medios que hacen creer que los centros laborales deben poseer sillas divertidas, jefes informales, trabajadores sin obligaciones de capacitación y un caudal de normas que incrementan la apatía por exceso y no por privación.

Podría parecer que estamos a un paso de la democratización de la depresión, pero no. El antídoto será recordar cinco frases:

  1. Ninguno de nosotros es tan bueno como todos nosotros juntos.
  2. Llegar juntos es el principio. Mantenerse juntos, es el progreso. Trabajar juntos es el éxito.
  3. Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado.
  4. Eres el dueño de tu vida y tus emociones, nunca lo olvides. Para bien y para mal.
  5. La gente a la que le va bien en la vida es la gente que va en busca de las circunstancias que quiere y, si no, las encuentra…

¿Y tú cuál agregarías?

POR SARA MORGAN
@MORGANSAREL
CONSULTORA LABORAL
DIRECTORA DE EQUITY JOB LAB

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