MUJERES, S.A.

Cuando nadie te ve

En días pasados estaba buscando un formato de contrato de una operación complicadísima en la que participé hace algunos años

OPINIÓN

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Claudia Luna / MUJERES, S.A. / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

En el día a día, en la batalla entre los pendientes y el reloj, es difícil parar y balancear la chequera de lo bueno, lo malo y lo feo. El ejercicio requiere de tiempo, sí, pero esencialmente requiere de soledad y de honestidad brutal contigo misma. A veces necesitamos espacios y silencios para poder salir de nuestro personaje, quitarnos la armadura, dar un paso atrás y ver nuestra historia con los ojos objetivos de un espectador.  Es difícil, pero es tu brújula y tu claridad.

En días pasados estaba buscando un formato de contrato de una operación complicadísima en la que participé hace algunos años. Y en el clavado a los expedientes de vidas pasadas encontré un texto que escribí cuando trabajaba en Nueva York, me pareció importante compartirlo hoy, porque me recordó lo importante que es parar el reloj un rato, estar contigo misma, y hacer una revisión:

El día fue fatal. Todo en la oficina era un desorden regimentado, un caos ordenado. Lo que pudo salir mal, salió mal, lo demás: con prisa, con angustia, pero al final salió adelante. No quería pasar un minuto más allí. No quería llegar a casa. No quería hablar con nadie. No quería tampoco tomar el metro. Así que caminé. Caminé por más de una hora sin parar, sin reparar, sin darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor. Caminé poniendo atención a la música en mis oídos y a lo abstracto de mis pensamientos. Caminé probando el airecito frío que se me colaba por la gabardina. Caminé en absoluta celebración de mi soledad. Caminé como homenaje a todo lo que dejé atrás. Caminé en mis propios zapatos, y tener el espacio para hacerlo, merecía mayor celebración.

Después de muchos pasos llegué a uno de mis sitios favoritos. Era temprano, el restaurante no estaría lleno aún. Así que me senté en la esquina del bar. Saludé a John, encorbatado detrás de la barra, y le pedí una copa de champán. John no esperaba verme sola. Nunca llego sola. Preguntó por los sospechosos comunes y le contesté, “esta noche soy sólo yo”- y pensé- cada noche soy sólo yo. Por elección. Por disciplina. Por exquisito egoísmo. Y ahí sentada en la esquina del bar de John, con una y otra copa de champán, comiendo exactamente lo que me dio la gana (ragú de cosas raras), me dediqué a pensarme. Analicé cada decisión, cada paso, cada sacrificio, cada error, cada tropiezo, cada lágrima, cada risa. Imaginé cada camino que no tomé y el destino que hubiera tenido. Me arrepentí de haber dejado algunos, me felicité por otros y me reconocí, absoluta y totalmente, sentada sola, tomando champán, en la esquina del bar de un restaurante de la calle de Commerce.

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Hay un enorme placer en ir a tu lugar favorito tú sola.  En ir a un museo y recorrerlo sola, en sentarte sola en un café y leer, escribir o imaginar.  Esos espacios son fuentes de claridad, de inspiración y son, una vez que te acostumbras, enormemente reconfortantes.  Estar cómoda contigo, en soledad, te da la libertad para decidir -si quieres- compartir tu tiempo con alguien más. Pero lo más importante es poder analizar tus decisiones con toda calma y objetividad, entender tus aciertos, celebrarlos y entender también tus errores, lo que aprendiste, lo que dolió y como sanarlo.  Esa noche me fui a casa con una sonrisa de travesura y sabiendo que el camino trazado era el correcto, no el fácil, pero sí el correcto. 

Perdámosle el miedo a la soledad. En tu soledad estás tú, y tú eres una gran compañía.

POR CLAUDIA LUNA
FUNDADORA DE THINK PINK 
THINKPINK.MX

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