Los Juegos Olímpicos, el evento deportivo más prestigioso del mundo, están destinados a unir naciones a través del deporte y la competencia justa. Sin embargo, en la antesala de los Juegos Olímpicos de París 2024, una extraña calma parece haber caído sobre el evento, eclipsando su tradicional brillo y euforia previa a las cuales estamos acostumbrados.
En México, un país que históricamente ha vibrado con la pasión por el deporte, apenas se percibe el ambiente olímpico, incluso a medida que llegamos al primer cuatrimestre del año, es decir a unos meses del evento. La falta de difusión y entusiasmo es evidente, y esto no es exclusivo de México: a nivel mundial los Juegos Olímpicos de París 2024 parecen pasar desapercibidos.
¿Qué factores externos están contribuyendo a este silencio ensordecedor que rodea a los Juegos Olímpicos? La pandemia de COVID-19 ciertamente ha dejado su huella, imponiendo restricciones y protocolos que han afectado la organización y la promoción de eventos deportivos. Sin embargo, hay más en juego que simplemente las secuelas de la pandemia.
Los conflictos entre países y las tensiones políticas han arrojado una sombra sobre el evento. En un mundo marcado por la rivalidad geopolítica y las disputas, los Juegos Olímpicos pueden convertirse en un terreno de juego político, donde las agendas nacionales y los intereses económicos a menudo eclipsan el espíritu deportivo. La reciente escalada de tensiones entre potencias mundiales ha desviado la atención de los Juegos Olímpicos, convirtiendo la difusión y la promoción en un desafío aún mayor.
Además, la saturación del calendario deportivo con otros eventos de renombre ha contribuido a desviar la atención de los Juegos Olímpicos de París 2024. En un panorama donde la oferta deportiva es abundante, el interés por los Juegos Olímpicos puede diluirse, afectando su difusión y relevancia global.
Es fundamental reconocer que la falta de atención hacia los próximos Juegos Olímpicos no solo impacta en el ámbito deportivo, sino también en aspectos económicos y culturales.
Estos eventos son una oportunidad para que las ciudades anfitrionas exhiban su infraestructura, cultura y hospitalidad, con la correspondiente generación de ingresos y promoción del turismo. La falta de difusión puede tener repercusiones económicas negativas para la ciudad anfitriona y para los patrocinadores involucrados.
En última instancia, es necesario tomar medidas para revitalizar el interés y la difusión de la justa olímpica. Los esfuerzos conjuntos de las federaciones deportivas, los medios de comunicación y los organizadores son indispensables para promover activamente el evento y resaltar las historias inspiradoras de los atletas participantes.
Solo así se podrá recuperar el espíritu vibrante y la importancia de los Juegos Olímpicos como un símbolo de unidad global y aspiración humana. Los Juegos Olímpicos merecen ser celebrados y difundidos en toda su magnitud, no solo como una competencia deportiva, sino como un evento que trasciende fronteras y une a la humanidad en un espíritu de camaradería y excelencia.
Por Diego Sánchez González ‘SAGO’
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