El voto es un derecho que a veces subestimamos con demasiada ligereza. Entrar a una mampara y decidir libremente en manos de quién poner nuestro futuro; remover pacíficamente malos gobernantes; influir en el curso del país. Los mexicanos apenas empezamos a disfrutar esta prerrogativa, imperfecta pero maravillosa, hace unos treinta años. Conseguirla costó mucho tiempo, sudor y sangre, perderla es sencillo; ni siquiera falta la imposición: basta la indiferencia.
Pienso en lo afortunada que es mi generación, que nació en el alba de la transición democrática; pienso luego en mis hijos quienes, temo, podrían crecer en su ocaso. Pienso también que nunca habíamos tenido mejores razones para votar, ni mayor claridad sobre por cuál alternativa votar.
No creo en candidatas inmaculadas ni en partidos puros; en política no hay ángeles, pero es falso ese simplismo de que “todos son iguales”. Hay un proyecto que quiere desmantelar la democracia y otro que busca mantenerla. Por eso votaré, y lo haré sin ambigüedad por la coalición opositora.
Trabajo para ofrecer a mis hijos la mejor vida posible; los educo en valores como el esfuerzo, la honestidad y la responsabilidad. Hago mi parte, pero creo que ello no valdrá mucho con un gobierno incapaz o indispuesto a garantizar su seguridad, que los abandone ante el crimen, que para mantenerse en el poder nos necesite pobres y obedientes, no libres y prósperos. Por eso votaré, y lo haré por el futuro de mis hijos.
Pago impuestos, que entiendo son una aportación necesaria para que todos los mexicanos tengan un piso de servicios esenciales, como la salud, y oportunidades para salir adelante, sobre todo los menos favorecidos. Lo que rechazo es que ese dinero se use para caprichos improductivos y para sostener clientelas electorales. Por eso votaré, y lo haré por quien considero mejor lo utilizará con criterios técnicos y sociales para combatir la pobreza, no con una lógica política, para perpetuarla.
En mi desempeño profesional, tengo la fortuna de constatar cómo la inversión y el emprendimiento crean empleos y bienestar para miles de personas y sus familias. Veo que la mayoría de la gente no quiere una dadiva que palie la miseria, sino un trabajo para ganarse la vida y aspirar a estar cada vez mejor. Por eso votaré, y lo haré por la alternativa que impulsa esta visión para nuestro país.
Tengo la edad suficiente para saber de ese México sin INE ni contrapesos; con Congresos y Cortes Supremas sometidas; donde opinar distinto podía traducirse en represión y actuar en disidencia perder la libertad, o aún la vida. No es una hipérbole retórica, es una realidad bastante reciente. Por eso votaré, y lo haré para que nadie deba padecerla de nuevo.
El lopezobradorismo no es algo desconocido que merezca el beneficio de la duda; es un gobierno que por seis años ha demostrado su esencia en los hechos: autoritarismo, ineptitud, corrupción; permisividad para los criminales y crueldad para las víctimas; premios a los indecentes y persecución a los valientes. Sus decisiones han causado daños económicos y sociales innecesarios, dolor y muertes evitables. Por eso votaré, y lo haré con la total certeza de que quiero que se vayan.
La coalición opositora dista de ser ideal; pero si gana y no están a la altura, conservaré el derecho de echarlos democráticamente; mientras que si la continuidad se impone ese derecho podría cancelarse. Por eso votaré por los demócratas imperfectos, no por los autoritarios intachables.
La oposición puede triunfar en diversas contiendas, pero ante el riesgo de que el gobierno no lo reconozca, es indispensable no sólo ganar, sino ganar con contundencia, para proteger la legalidad electoral con legitimidad ciudadana. Por eso votaré y te pido que votes. El abstencionismo deliberado y la anulación son, en este momento, lujos irresponsables. La apatía puede costarnos el país y el futuro, para nosotros y para nuestros hijos. A votar.
POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE
COLABORADOR
@GUILLERMOLERDO
PAL