COLUMNA INVITADA

Estados Unidos y las protestas por la liberación de Palestina: El grito de libertad que el Establishment no quiere escuchar

El término conocido como establishment, se ha utilizado en varios contextos a lo largo de la historia

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

El término conocido como establishment, se ha utilizado en varios contextos a lo largo de la historia, pero, su significado central, sigue siendo el mismo: se refiere a aquellos que tienen poder e influencia para mantener el status quo en una sociedad. Es decir, se utiliza para describir a todas aquellas personas o grupos de individuos que, mantienen el control y se conocen como la élite o la clase social dominante. En esencia, podría decirse que su principal interés esta orientado, de tal manera, que nada cambie.

Sus primeros orígenes se registran en el siglo XVIII en Gran Bretaña y fue utilizada al interior de la juerga política de la época, para describir a la élite dominante de aquellos momentos, aunque su verdadero uso se popularizo con mayor intensidad durante el siglo XX, especialmente durante la década de los 60’s con la contracultura y los movimientos de protesta en Estados Unidos en contra de la Guerra de Vietnam.

En aquel entonces como se sabe, las manifestaciones pacifistas contra la intervención de Estados Unidos en la guerra en contra de país asiático (1963-1973), junto a la lucha por los derechos civiles (las marchas de Luther King en 1963) y el movimiento hippie (el verano del amor de 1967 y el sexo libre –la píldora se legalizó para los matrimonios en 1965–) se cristalizaron en una rebelión contra los valores dominantes de la época, los cuáles por supuesto, se negaban a que existieran cambios sociales, económicos y sobre todo reconocimiento jurídico y político a nuevas formas de pensamiento.

El movimiento cada vez más amplio y heterogéneo, resquebrajó el orden moral estadounidense establecido después de la Segunda Guerra Mundial. Era, en resumidas cuentas, una lucha por el reconocimiento hacia una nueva forma de pensar y entender el mundo por parte de las nuevas generaciones de estadounidenses versus, las que habían envejecido y atestiguado el esplendor de aquella nación, como la potencia vencedora después del conflicto bélico mundial contra el nacismo.  

En ese contexto, las manifestaciones contra la guerra, primero organizadas por pequeñas asociaciones y partidos de izquierda y después por asociaciones pacifistas, fueron creciendo de forma gradual, alcanzando su punto más álgido en 1967, después toparían lamentablemente con la realidad en las protestas de Chicago, en agosto de 1968, durante la convención demócrata en donde diversas represiones auspiciadas por los cuerpos policiales y la guardia nacional para reventar cualquier tipo de organización colectiva que tratará de motivar rebelión o desobediencia civil se llevarían,  a cabo, casi a diario en toda la unión americana para desalentar a los estudiantes de toda la nación  y a la juventudes en general, a no seguir apoyando a estos grupos que desde los medios de comunicación de la época, eran catalogados como comunistas e instigadores del caos.

Pese a estas acciones coercitivas y maniqueas, los estudiantes, así como numerosas asociaciones civiles representativas de diversas comunidades del país, les dieron la vuelta mediante el uso inteligente e informado del discurso y las acciones originales de sus lideres quienes, a su vez, supieron dignificar bien las demandas de sus compañeros en aras de conseguir apertura y cuestionamiento de la población en general hacia los dichos de la clase política de esa época.

Pese a ello, los cambios en el orden jurídico de aquella nación, no se vieron reflejados en el corto, ni el mediano plazo, pero al final, consiguieron encontrar algunas concesiones por parte del sistema. Sin embargo, las modificaciones culturales, aún no consiguen construir una nación con mayor tolerancia y apertura hacia la diversidad de ideas y pensamientos, a pesar de haberse librado innumerables batallas en contra de la represión hacia grupos minoritarios y de haberse comercializado la idea de que Estados Unidos, es una nación liberal y multicultural.

Este último elemento ha dejado profundas grietas, que aún no han logrado sellarse y cuya presencia se hace notar con mucha intensidad y solo basta una pequeña oportunidad para que vuelvan a reaparecer, tal y como ya esta sucediendo en estos días.

En este sentido, en la última semana, las protestas a favor de Palestina se han multiplicado en los campus universitarios de Estados Unidos. Lo que inició con el arresto de un centenar de manifestantes en la Universidad de Columbia, ahora se ha extendido a otros centros educativos como Yale, Harvard y el MIT, entre muchos otros, siendo cada vez más notorias y mediáticas las inconformidades de muchos estudiantes, egresados y profesores que, han externado abiertamente su rechazo a que los fondos de las universidades públicas, sean utilizados a favor de la manutención del conflicto entre Israel y Palestina; pero sobre todo, que sus investigaciones sean utilizadas por Israel para crecentar, lo que ellos han catalogado como un genocidio en contra del pueblo palestino.  

A lo largo de diferentes campus e instituciones se podrían leer carteles como: "El poder de la gente es más fuerte que la gente en el poder", en otro se podía leer, "Inviertan en educación, no en la guerra".

Las recientes confrontaciones entre los alumnos y las fuerzas del orden en este tipo de protestas han abierto un debate en los campus sobre el balance entre la seguridad y la libertad de expresión. La Universidad de Columbia, por ejemplo, tiene una larga historia de movimientos estudiantiles, siendo el más célebre el de 1968, cuando cientos de alumnos ocuparon cinco edificios del campus para manifestarse contra la guerra de Vietnam.

El detalle es que en la mayoría de las universidades muchos han sido los alumnos que han sido arrestados, intimidados o instigados a dejar los movimientos sociales en favor de Palestina, auspiciados por las mismas autoridades escolares, quienes, a su vez, también son presa de distintas presiones económicas y políticas, por parte de políticos e inversionistas judíos en cuya presencia financiera comúnmente descansan muchos programas de investigación a nivel universitario en Estados Unidos.

Es una ironía que, en el país de las libertades, la de expresión no sea una condición social innegociable para el desenvolvimiento adecuado de sus habitantes, sino todo lo contrario, es un componente que debe ser administrado y vigilado, por sus autoridades y su clase dominante, ya que, aunque se pregone democracia como el pilar de sus valores y principios en su política exterior, al interior de su propio territorio, hechos como los que suceden en sus universidades dan cuenta que existen severas contradicciones entre lo que se dice y realmente se piensa.  

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES

PRESIDENTE DEL INAP

MAAZ