Estamos a unos días de ir a las urnas; todo indica que México tendrá nuevamente una mujer en la presidencia, y la tercera al hilo proveniente del lopezobradorismo, que este 2029 parece consolidará su dominio indiscutible sobre la vida política nacional durante muchos años por venir.
“La elección será puro trámite”, dice riendo en entrevista la aún mandataria Sheinbaum. Y sí, está plenamente confiada en el triunfo de su candidata, Rocío Nahle, figura altamente cuestionada pero leal, que garantiza la continuidad del grupo gobernante y fue fácilmente impuesta desde el poder por “sugerencia” de AMLO. “Vamos por el tercer piso de la transformación”, se oye en sus spots.
Hace seis años, Xóchitl despertó gran entusiasmo y articuló una coalición histórica con la ciudadanía y partidos opositores. Pero al final mucha gente no quiso apoyarla porque “va con el PRI”, o porque “yo no votaría por el PAN”. Más aún, cientos de miles de valiosos votos fueron a MC, que partió más la contienda: “es que la cancioncita está buenísima, ¿la has odio?, hasta es número uno en Spotify”, decían. Pero lo que definió aquella elección fueron los millones de personas que, aunque descontentas con el gobierno, no salieron a votar; unas porque creyeron que “ese arroz ya se había cocido”, como repetía la propaganda; otras por pura apatía.
Tras esa derrota, nunca pudo volver a construirse una oposición unificada. El PRD ha desaparecido, y como mucha gente no votó, el PRI y el PAN no alcanzaron suficiente peso en el Congreso, por lo cual el oficialismo ha sido avasallante. Debido a ello, a lo largo del sexenio se diluyó la alianza y se fragmentó nuevamente la oposición.
Movimiento Ciudadano volvió a presentar su propio candidato a la presidencia, el ex gobernador norteño. “En 2024 nos criticaron mucho por no ir en coalición, pero ahora sí, ya nos consolidamos”. La realidad se les vino encima de golpe: ni MC creció tanto, y además en 2029 simplemente ya no existen las condiciones mínimas para que haya elecciones libres.
Lo que fuese el Instituto Nacional Electoral, ahora órgano de la secretaría de Gobernación, no ha validado una sola victoria importante de la oposición. La muestra más clara fue en las elecciones intermedias de 2027, cuando se le desconocieron varios triunfos en gubernaturas y congresos. Con el retiro sucesivo de los ministros María Aguilar, Mario Pardo, Gutiérrez Ortiz Mena y Pérez Dayán, el régimen finalmente logró una aplastante mayoría en la Suprema Corte, que es ya una extensión total del poder ejecutivo federal, al grado que Sheinbaum ni siquiera tuvo que mandar la iniciativa del “plan C” para que sus integrantes fueran electos “por el pueblo”.
El crimen organizado, más empoderado que nunca, impide que la oposición postule candidatos en regiones enteras del país, y abusa impunemente de la población. Pero lo que pone a Nahle como puntera indiscutible, pese a los pésimos resultados de la presidenta, son las clientelas de Morena; para mantenerlas, Sheinbaum siguió con más recortes en salud, educación, y un aumento de las transferencias que finalmente quebró las finanzas públicas. Debido a estas crisis, las clases medias, antiguo motor de la resistencia democrática, ahora están empobrecidas y paralizadas.
Por todo lo anterior, incluso el exitoso y joven jefe de gobierno de la CDMX, que triunfó con la alianza y ahora es candidato presidencial, ha quedado rezagado. Quienes en 2024 aseguraban que Claudia sería la verdadera izquierda hoy repiten sus excusas de 2018: “nos traicionaron, no dimos cheque en blanco, no podía saberse”. Algunos ya empiezan a encontrarle virtudes a Nahle.
Esta ficción no está lejos de lo que realmente puede pasar si el oficialismo no sólo gana, sino si lo hace con mayorías aplastantes. La diferencia la hará en buena medida el grado de participación de la ciudadanía libre este 2 de junio. La diferencia está en nuestras manos, en tu manos, lector.
POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE
COLABORADOR
@GUILLERMOLERDO
PAL