LA NUEVA ANORMALIDAD

El debate a debate

Tras el segundo debate, una reflexión: ¿para qué sirve este ejercicio televisado?, ¿la intención del voto cambia después de verlo?, ¿pesan más los improperios y descalificaciones que las propuestas?

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El mejor resumen del segundo debate presidencial lo hizo el tuitero y tiktokero Jerónimo Zarco, con sólo tres citas. El texto íntegro de la publicación es el siguiente:

            CORRUPTA!!

            NARCOCANDIDATA!!

            Hmm… ¿electromovilidad o gasolinas?

Lo acompaña la imagen de una ardilla que deja de roer su elote para mirarnos con aire confundido, a saber si en representación de Alejandro Cacho –quien formulara la pertinente pregunta sin obtener respuesta de ninguna de las punteras– o de la ciudadanía.

Las encuestas decretaron en su mayoría ganadora del debate a Claudia Sheinbaum, acaso por ser la puntera en las preferencias. Las mesas de análisis pronunciaron casi todas vencedora a Xóchitl Gálvez, supongo que por haber sido la que más golpes asestó y la más estridente. Casi nadie abordó preguntas que acaso interpelen a la pequeña parte de la ciudadanía que se interesa por la verdadera discusión política: ¿para qué sirven los debates si, siendo el único en exhibir ahí algo parecido a una idea de mundo y un plan de gobierno, menos de un 15 por ciento considera que Jorge Álvarez Máynez tuvo el mejor desempeño en éste? ¿Cómo se gana un debate? ¿Usando más epítetos injuriosos? ¿Interesa confrontar visiones de Estado y soluciones a los problemas de la polis? ¿O todo se va en luchas en lodo entre una pugilista ramplona y una indolente hierática que, ante tragedias que costaron decenas de vidas, profiere que eso está “respondido” o, peor, “resuelto”?

Acaso me respondan los spin doctors políticos que los debates no nos importan más que a los columnistas. y que las elecciones se ganan con canciones cansinas, con equis y corazoncitos o repitiendo mucho el nombre del presidente de la República. Puede que tengan razón. Queda el problema de la forma en que no conecta el discurso de los políticos con sus potenciales electores, de cuán poco parece importarles lo que manifestamos como preocupación, de cuánto no los interpela el urbanismo para el siglo XXI o la reglobalización o las soluciones de movilidad o de agua o de vivienda –a no ser, claro, como fracaso o corruptela a denunciar no porque sea delito sino porque jode al adversario.

A la ciudadanía le importa que los políticos roben menos; eso se resuelve con mecanismos de política pública y de impartición de justicia y con soluciones financieras y tecnológicas, no gritándole “¡Corrupta!” a la vecina en la tele. A la ciudadanía le preocupa que el narco pueda controlar el espacio público; eso se resuelve con una política de drogas imaginativa, una de seguridad más eficaz y mecanismos de nivelación social y construcción de ciudadanía, no gritándole “¡Narcocandidata!” a la del podio de al lado.

El sonido y la furia significan nada. Resultan atronadores. Muy a lo lejos se oye el rumor de la ciudad.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG Y THREADS: @NICOLASALVARADOLECTOR

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