ENVÍO DIPLOMÁTICO

Las razones de la diplomacia

Y sí, a nadie le gusta que se metan en sus asuntos privados

OPINIÓN

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ASEM / Envío diplomático / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Luego de 30 años de guerra en el centro de Europa, en 1648, a lo largo de varios meses se firmaron acuerdos de paz que dieron fin a una extendida belicosidad entre católicos y protestantes de diversas regiones. La bruma de los bosques de Westphalia fue el marco para llegar a esos arreglos. 

La llamada Paz de Westphalia fue un proceso inédito y que dio paso en gran medida a la estructura del sistema internacional actual al facilitar la conformación de Estados nacionales, delimitación de territorios, soberanía sobre territorios e identidad ciudadana de los habitantes de esos diversos territorios

Los cuatro pilares de Westphalia constituyen la introducción a las relaciones internacionales: la autodeterminación de las naciones; el terminar guerras mediante canales diplomáticos; la coexistencia pacífica entre naciones soberanas como la norma; el mantener un balance de poder entre Estados soberanos y aceptar el principio de no interferir en los asuntos internos de otros Estados. Esos cuatro ejes confirman que no hay nada nuevo bajo el sol y que hasta algunas de nuestras más queridas frases nacionales proceden de siglos antes de nuestro surgimiento como país independiente.

Y sí, a nadie le gusta que se metan en sus asuntos privados. Pero el sistema internacional también se ha hecho más complejo desde aquellos años; las naciones han acordado que, por ejemplo, los derechos humanos están por encima de la soberanía nacional y que esta no justifica la violación de los mismos. 

Para lograr la coexistencia pacífica entre las naciones el sistema internacional se ha dotado de un instrumental legal; así, las fuentes del sistema internacional son los tratados o convenciones internacionales, la costumbre internacional, los principios generales del derecho y las decisiones judiciales y la enseñanza por los más calificados expertos de las diversas naciones. Estas son las previsiones contempladas en el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia. 

La mayoría de los países han suscrito compromisos al respecto, prácticamente cada nueva nación acuerda el respeto a esos tratados y a esas prácticas de convivencia entre los Estados. Conviene recordar que en el momento del establecimiento de la Organización de las Naciones Unidas el número de países en el mundo no rebasaban los 70 Estados. Hoy, con casi 200 naciones las que integran el sistema internacional con pleno derecho.

Sin duda, como en toda práctica del derecho existe la expectativa del cumplimiento ético de lo acordado, sin necesidad de imponer sanciones o presiones para el cumplimiento de las normas. En la diplomacia impera ese principio que permite la convivencia pacífica entre naciones; es la que permite dotar de autoridad legal y simbólica a una libreta llamada pasaporte para que un ciudadano de un país transite hacia otros, lo que aplica igual al comercio, a transacciones financieras a intercambios de productos culturales. La legalidad pues, es una muestra del desarrollo civilizatorio que la humanidad ha logrado para el entendimiento mutuo.

Por ello cuando un individuo, una organización o un Estado violentan el estado de derecho provocan consecuencias de distintas dimensiones. Puede ser el dotarse de una convención que regule, por ejemplo, la emisión a la atmósfera de fluorocarbonos o sanciones económicas a un gobierno por invadir el territorio de otro. Violar la inmunidad de los locales de una embajada es una falta grave a una convención que permite la existencia misma de representaciones diplomáticas en otro país y que hace insostenible, al menos por un tiempo, el mantenimiento de relaciones regulares.

Mientras los Ejércitos tienen medios físicos para su defensa, los diplomáticos sólo tenemos el derecho para hacerlo y lo usamos todos los días en todo el mundo. Con frecuencia no hace falta citarlo, la práctica lo normaliza. Pero cuando sólo es nuestra voz ante el extremo uso de la fuerza, se requiere valor, experiencia y seguridad en el actuar. 

Nuestros diplomáticos en diversas partes del mundo recurren a esas herramientas, las de la razón y el derecho para defender nuestra integridad y soberanía. Como ha sucedido en Quito.

POR ASEM
ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO A.C. WWW.ASEMX.ORG

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