MIRANDO AL OTRO LADO

México generador de conflictos

En lo que fue el Siglo XX y la primera parte del Siglo XXI, México fue un referente

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al Otro Lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En lo que fue el Siglo XX y la primera parte del Siglo XXI, México fue un referente para todos los países de América Latina y el Caribe en cuanto a su importancia en la promoción de la estabilidad política y la búsqueda de soluciones negociadas ante los diferendos o conflictos entre países y regiones del continente.

La diplomacia mexicana era considerada como una garantía de equilibrio y equidad en las negociaciones, pues también sabía cuándo y cómo definir sus líneas rojas. Este papel de seguro equilibrador fue reconocido por propios y extraños, tanto por quienes coincidían políticamente con algunas posturas asumidas por nuestro país y también por otros que no necesariamente estaban de acuerdo con México.

El valor de la presencia de México era producto de la mesura y eficacia de una política exterior en periodos de grandes conflictos internacionales: las dos guerras mundiales, la guerra fría y los acomodos del periodo actual, que podría definirse por el fin del socialismo y la regionalización de nuevas hegemonías económicas y políticas.

La presencia de México en las grandes, y pequeñas, mesas de negociaciones era una garantía cuando se buscaba defender la soberanía de las naciones, al mismo tiempo que se reconocía su rol dentro de las constantes fluctuaciones de alianzas y pactos mundiales.

En esencia, la presencia de México en cualquier mesa de negociación era garantía para las partes de que se buscaría la mejor solución para las partes involucradas en un diferendo.

Su fuerza se centraba en su autoridad moral como interlocutor. Todo eso cambió con el advenimiento del gobierno de la 4T, y, especialmente, por el Presidente López Obrador. Al aplicar una política exterior selectiva, ideologizada y confrontacional, México rápidamente perdió su imagen de país componedor de conflictos y transitó a ser un país generador de conflictos, disensos y disrupciones.

A pesar de que este gobierno decía que México aplicaría la Doctrina Estrada, que básicamente pretendía promover el respeto entre naciones y rechazar el intervencionismo del exterior, ha hecho todo lo contrario. Ha intervenido en las elecciones internas de otros países, incluso enviando recursos para campañas electorales de sus “afines”. Ha cuestionado políticas internas de gobiernos diversos y ha suspendido relaciones con naciones por discrepar con sus gobernantes.

En esencia, México ha dejado de ser ese “hermano mayor” capaz de llamar al orden a naciones en disputa, sentándolos a la mesa de negociación para solucionar sus diferencias.

Ese México desapareció y, con ello, también desapareció el respeto que nuestro país tuvo durante todo el Siglo XX como una garantía de que la civilidad y respeto entre las naciones era algo que se podía lograr, con empeño y autoridad moral.

Esa autoridad moral que se le reconocía a México se evaporó con este gobierno. Es una autoridad que se construyó durante décadas, para verse evaporar a la llegada de ideólogos y fanáticos al frente del gobierno incapaces de valorar ese bien público, que era justamente un valor moral del Estado que se había forjado durante décadas.

La presunción de los actuales gobernantes de México es que parten de una superioridad moral que los protege de cometer cualquier error en todas las tareas de la gobernanza. Esa presunción de superioridad moral, producto de su supina ignorancia, los ha llevado a cometer verdaderos errores y producir tragedias, como lo ha sido el manejo de la política contra la pandemia de Covid.

Por culpa de su pretendida superioridad moral, murieron cientos de miles de mexicanos innecesariamente. Así como sucedió con Stalin en la URSS.

La política exterior es también víctima de esa ignorancia traducida en políticas de Estado. Y el caso de Ecuador es simplemente otro caso de los desaciertos que se cometen cuando se quiere convertir cada acción de gobierno en un “hito histórico” supuestamente en defensa de “principios” que son no sólo difusos sino también incomprensibles y desarticulados.

Sin entrar en un análisis detallado, el caso de la embajada mexicana en Ecuador debiera ser una lección de cómo la ceguera ideológica lleva a un gobierno a inmiscuirse en asuntos internos de otro Estado, con un resultado que termina perjudicando a todos los actores involucrados.

En primer lugar, la legalidad internacional se ve quebrantada por la invasión de las fuerzas del orden de Ecuador a la sede diplomática de México en Quito. Es un muy mal precedente de lo que puede suceder cuando se deja de lado el diálogo, optando por el uso de la fuerza.

La dictadura militar en Argentina respetó a un dirigente político de ese país asilado en nuestra embajada en Buenos Aires durante años sin incurrir en semejante acción.

Pero, al mismo tiempo, México tuvo a una persona en la sede diplomática durante meses sin otorgarle el salvoconducto correspondiente, suponiendo que esa era la intención del gobierno de López Obrador. Arrastró los pies y no tomó una decisión, hasta que era un momento de conflicto donde no iba a existir condiciones para una inteligente salida al problema.

Al otorgar el salvoconducto en el peor momento posible, se desataron las furias del lado ecuatoriano.

Por otro lado, el Presidente López Obrador atizó el conflicto cuando tomó el camino de insultar al gobierno ecuatoriano, acusando a su Presidente de haber llegado al poder por medios fraudulentos. Fue una acción infantil, ideológico y estúpido de parte de López Obrador.

El resultado fue que provocó la ira del gobierno ecuatoriano, y de la familia de un candidato presidencial ecuatoriano que fue asesinado. Entre otras cosas, AMLO logró que se avivara el rumor generalizado en Ecuador de que él es aliado íntimo de los cárteles del narcotráfico mexicanos que operan violentamente en ese país, especialmente del cártel de Sinaloa.

Este incidente con Ecuador ha resultado en el rompimiento de relaciones diplomáticas entre ambas naciones. ¿De qué le sirve a México en este momento, a mes y medio de las elecciones presidenciales, la ruptura de relaciones diplomáticas con Ecuador? En absolutamente nada.

Pero lo que viene a confirmar esta situación es que México ha dejado de ser una nación confiable en el concierto de naciones de América Latina y el Caribe. Y es la confirmación de las sospechas de los gobiernos serios de la región: México ya no es un país confiable y se ha sumado a la lista de los países que generan problemas, sin ofrecer soluciones.

México ahora es otro problema regional. No ayuda a resolver problemas, como antes.

Ahora se dedica a generar conflictos.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR

ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep

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