MALOS MODOS

Rocío en La Parroquia

El conservadurismo, desesperado, se puso a gritar a coro un “¡Fuera, fuera!” que sólo interrumpía para exigirle que se marchara a Zacatecas

OPINIÓN

·
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

A la compañera Rocío me la trataron re feo el otro día, cuando, supongo, se iba a tomar un café lechero y una tortita Media Noche en La Parroquia de Boca del Río y el conservadurismo, desesperado, se puso a gritar a coro un “¡Fuera, fuera!” que sólo interrumpía para exigirle que se marchara a Zacatecas, la tierra maravillosa que la vio nacer, vivero de transformadores: es la misma de los muchachos del clan Monreal, representantes egregios del humanismo mexicano. Al Doctor Patán se le llenaron los ojos de lágrimas tristes, sí, pero sobre todo indignadas. ¿Qué más quiere el neoliberalismo depredador? ¿Qué más pruebas de la capacidad de gobierno de la Cuarta que la administración de mi Cuit, el hombre que transformó para siempre los baños de gasolinera? Pero no hay nada que satisfaga a los sepulcros blanqueados como destilar odio contra los representantes del pueblo.

            La única explicación a este fenómeno deplorable es que los moralmente derrotados aprendieron la lección de nuestro líder, el Segundo Presidente Más Popular del Mundo, que alguna vez dijo que los conservadores no podrían circular libremente por las calles debido a la sanción social. Lo digo porque, recordaremos, antes me sacaron re gacho al licenciado Bartlett, uno de los solteros más codiciados de México, del Arturo’s, con el mismo método, y a pesar de la reacción firme de su señora no esposa. Sin olvidar, claro –parece que Polanco es una tierra tan agreste para la Cuarta como Boca del Río– porque hace poco fueron a increpar a mi Epi mientras comía parsimoniosamente en otro restaurante de la zona. “Se come bien con 150 millones, ¿verdad, Epi?”, lo cuestionó una mujer con una confianza que no se merece semejante creador, ese guerrero de la cámara.

            A mí me afectó particularmente lo del Arturo’s, un restaurante que su doctor frecuenta con amistades muy queridas y que recomienda enfáticamente: nada como el pato con higos del otro día, o como el foie de siempre, para agarrar fuerzas, y sobre todo nada como la amabilidad con que te tratan en ese lugar entrañable. Sería desgarrador que se convirtiera en un territorio hostil para alguien, como su servidor, que ya tampoco se pertenece y que se ha fusionado, se ha hecho uno, con el Pueblo Bueno. Ni hablar. Es el precio de luchar por los pobres. Ahora, compañeros: consuélense, porque la Cuarta quita, y la cuarta da. ¿Se acabaron los restaurantes machuchones? Quizá. Pero mi Rocío puede resguardarse en sus propiedades de 60 milloncitos, mi licenciado en una de las 29 casas que no son suyas pero que seguro le prestan y mi Epi, bueno, algo podrá hacer con esos 150.

A su Doctor le sería mucho más fácil hacer ese sacrificio por la causa si no viviera de rentado. Como el sexenio se acaba, habrá que esperar al segundo piso de la Transformación. Aquí estamos, candidata.

POR JULIO PATÁN 

COLABORADOR 

@JULIOPATAN09

PAL