Hace algunos días Javier Milei, presidente de Argentina, aprovechó una entrevista televisiva para lanzar declaraciones en contra del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que luego se retomarían en Internet.
Ávidos de debate, como son las y los internautas que habitan el ecosistema de las redes sociales, ambos bandos, el defensor del presidente de México y el defensor del argentino, respaldaron, o bien en la declaración de Javier Milei, o en su defecto la respuesta de AMLO.
La polémica cayó también en el contexto de una campaña electoral en México plagada de ataques artificiales en contra del Presidente mexicano y la candidata de la continuidad de la Cuarta Transformación, Claudia Sheinbaum.
La nota no es menor porque, como hemos comentado anteriormente, una buena porción de los bots de Inteligencia Artificial contratados para inflar las tendencias que acusan a AMLO de vínculos falsos con el narcotráfico provienen precisamente de Argentina.
No debemos subestimar a Javier Milei. El hecho de que su persona cause disgusto a quienes tenemos una cierta idea de la decencia política, o el hecho de que su manera de debate se basa llanamente en insultos y griteríos en los medios de comunicación, no quitan que el argentino haya conquistado una mayoría electora en los comicios del año pasado.
De una u otra manera, ambos presidentes, Milei y AMLO, representan a posturas políticas de países económicamente poderosos en un contexto de crisis hegemónica estadounidense.
López Obrador es el primer mandatario en ganar la elección presidencial de México por la izquierda, además de que inauguró la segunda oleada progresista de América Latina. Milei, por su parte, es uno de los nuevos liderazgos de la ultraderecha en la región latinoamericana en estos momentos.
La segunda ola progresista en América Latina ha enfrentado crisis importantes que la diferencian en el análisis del momento en que Evo Morales, Hugo Chávez y Lula da Silva ganaron por primeras veces las presidencias en sus países. En México, contrario al panorama de otros países, la continuidad del progresismo parece garantizada de cara al proceso electoral de 2024. No obstante, gobiernos como el recién entrado en Argentina demuestran que la izquierda tiene un desgaste más pronunciado en intensidad y que tardaron menos en llegar que antes.
POR JOSÉ NARRO CÉSPEDES
COLABORADOR
@NARROJOSE
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