SINESTESIA

"Troika": Dos caras de una misma memoria

En su incursión novelística, la poeta y traductora mexicana Isabel Zapata revela que la escritura asegura a nuestros difuntos la eternidad

OPINIÓN

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Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

A pesar de ser su primera incursión novelística, Isabel Zapata no duda en explorar con Troika las obsesiones que han permeado tanto su poesía como su obra ensayística.

En esta novela, Zapata profundiza en las incertidumbres de la memoria y la naturaleza del duelo mientras el recuerdo del afecto compartido entre la protagonista Andrea, su perra Troika y su cuidadora Francisca se va marchitando como hoja de cempasúchil. 

Todo comienza el Día de Muertos de 1995, cuando la muerte misteriosa de la mascota y la desaparición repentina de Francisca dejan huecos casi irreconciliables en la memoria de la narradora. Aunque sus hipótesis son variadas, "el pasado se teje alrededor de sus propios huecos", obstruyendo la certeza de los acontecimientos.

Sin embargo, Troika es una novela que se reconcilia con los desatinos de la memoria, una en la que la narradora reconoce la necesidad ocasional de fabricar recuerdos para construir una identidad capaz de resistir al incesante paso del tiempo. 

Con su debut novelístico, Zapata evidencia que el método ideal para completar el rompecabezas de la memoria es rellenarlo con historias. Por ello, la estructura de la novela, dividida en dos partes, refleja dos caras que conforman una misma memoria: la del recuerdo y la del invento.

La primera parte, escrita en primera persona, nos sumerge en los recuerdos infantiles y difusos de Andrea, mientras que la segunda, en tercera persona, nos invita a especular e idear las razones detrás del misterio. 

Sobre la página, la narradora reescribe la herida del pasado para inventar una cicatriz que impida que continúe sangrando. Además, la novela revela que la escritura, al igual que la mascota durante el Día de Muertos, puede asegurarle a nuestros difuntos un lugar en la eternidad.

POR TOMÁS LUJAMBIO


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