COLUMNA INVITADA

La Mujer y su presencia en la Economía Social

El liderazgo femenino no tiene entre sus objetivos prioritarios la visibilidad, por lo que frecuentemente permanece en la sombra

OPINIÓN

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Luis David Fernández Araya / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Las mujeres están muy presentes dentro de las entidades de economía social y solidaria en el mundo, de hecho, son su principal fuerza laboral. No es coincidencia que el sector sea un destino profesional tan atractivo, pues los valores que representa van a la par con lo que suelen priorizar las mujeres cuando trabajan. Ni tampoco es casualidad la forma que ha ido cobrando el sector hasta el día de hoy, ya que la predominante presencia femenina lo ha ido esculpiendo poco a poco, año tras año, a su manera.

El impacto de sus actividades es cada vez más notorio, logrando cambios muy positivos para nuestra sociedad.

Existen una serie de interesantes detalles relacionados con la presencia y actividad femenina en el ámbito laboral de las economías alternativas. 

Para ubicarnos contextualmente, es importante empezar por señalar que la economía social y solidaria envuelve a las mujeres con condiciones laborales significativamente más igualitarias y un clima laboral mucho más considerado y respetuoso que el que hay dentro de la economía convencional (según los resultados de la campaña de 2022). Aunque no todo el trabajo esté hecho todavía y se sabe que existe cierto margen de mejora, es una gran noticia y motivo de orgullo para el sector. Los aspectos tan relevantes desde el punto de vista feminista, como el uso del lenguaje inclusivo, la mejora de las condiciones para la conciliación de la vida familiar y la vida laboral, y la creación de espacios de atención emocional y cuidados, son medidas que aplican cerca del ochenta por ciento de las entidades de la Red. Pero no sólo se trata del mero hecho de lograr una mayor igualdad de género. Alcanzarla podría traducirse en múltiples beneficios para el ámbito, entre ellos el económico, y permitir aprovechar al máximo el capital humano del que dispone.

Tratándose de un colectivo repartido en todo el territorio nacional que opera dentro de diversos ámbitos, que está compuesto por decenas de sectores y cientos de entidades, se podrían generar un sinfín de respuestas. No obstante, sí es cierto que tenemos algunos rasgos comunes y que estas características generales componen nuestro perfil, tenemos entre 30 y 50 años y llevamos más de cuatro años vinculados con la economía social y solidaria.

Son trabajadoras polifacéticas e inquietas, tienen un gran compromiso por la mejora de la comunidad y el cuidado del medio ambiente, se preocupan por cuidarse entre ellas y a las que las rodean.

En términos socioeconómicos y culturales su perfil no resulta todavía demasiado heterogéneo y esta situación conlleva algunas consecuencias para el sector. El hecho de que su nivel de estudios sea principalmente alto causa el carácter “intangible” de sus proyectos.

A raíz de esta condición, entre otras, se genera el hueco sectorial y la discontinuidad de la cadena de producción presentes en la actualidad en la economía social y solidaria. Resolver este reto puede traer grandes provechos para el sector, tales como, diversificar la oferta de sus productos y servicios, cerrar la cadena de producción internamente, incorporar nuevos perfiles competenciales e innovar.

Las mujeres son competentes en términos de habilidades y actitudes “blandas” (manejo de situaciones y relaciones), sobre todo en las que tienen que ver con el trabajo con y entre personas, y en red. Fortalecer estas competencias interpersonales y emocionales se considera importante para potenciar y transformar el ecosistema laboral de la economía social y solidaria, y seguir trabajándolas siempre entra en nuestra agenda. 

Algo parecido ocurre con las competencias “duras” (conocimientos técnicos), pero requiere un apunte. No cabe duda de que formar en ellas es primordial para seguir creciendo, pero solamente tiene cabida un enfoque que esté de acuerdo con los valores y su entorno, que entienda los fines que persigue y que se adapte a sus singulares necesidades. En cualquier caso, si de las competencias técnicas se trata y sobre todo en las áreas no vocacionales, no nos percibimos demasiado fuertes.

Siendo la equidad uno de sus principales valores, el ecosistema de la economía social y solidaria debe esforzarse para que el reparto de oportunidades sea todavía más justo.

Una de sus áreas de mejora es fomentar la participación de las mujeres en las actividades relacionadas con la toma de decisiones estratégicas y presencia en cargos societarios o políticos, dos cuestiones que hoy en día no quedan resueltas de la manera que nos gustaría. Para ello, es necesario fomentar la coexistencia más proporcionada y consonancia de diferentes estilos de liderazgo, visibilizando las cualidades del liderazgo femenino, fortaleciendo las competencias a través de la formación, implementando estrategias específicas y transformándose desde sus estructuras y de los aspectos empresariales. El liderazgo femenino no tiene entre sus objetivos prioritarios la visibilidad, por lo que frecuentemente permanece en la sombra.

POR LUIS DAVID FERNÁNDEZ ARAYA
ECONOMISTA

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