COLUMNA INVITADA

Maritere Martínez, tránsfuga de las sombras

Gilberto Aceves Navarro, tótem del arte mexicano, solía recomendarles a sus discípulos

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Gilberto Aceves Navarro, tótem del arte mexicano, solía recomendarles a sus discípulos: “Volverse uno con el todo”, “Obedecer a la forma”, dejándose fluir en el movimiento de lo real y sus fantasías, borrando los lindes entre los polos del objeto percibido y el sujeto perceptor.

En esa miríada de jóvenes ávidos por lograr una expresión significativa de su ser en el mundo destacó siempre Maritere Martínez, quien además de solvente creadora e imaginativa compositora, ha sido docente comprometida en la formación de dibujantes y pintores, gestora cultural de alto impacto y promotora del buen hacer estético.

En 2004 presentó de su autoría y compilación el volumen “¡Cambiamos por favor! Diario del taller de dibujo de Gilberto Aceves Navarro” (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2003, 364 pp.), donde ordena 120 horas de grabaciones y apuntes de las sesiones celebradas entre 1998 y 2001 en las que participó.

Este alud de talentos y dones se resume de manera luminosa en su exposición “Entrar a la cueva... Salir de la cueva... La sombra en tres tiempos”, montada en el Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano (Dr. A. Nápoles Gándara sn, Amatitlán, 62410, Cuernavaca), magnífico diseño de Javier Sánchez Corral y Aisha Ballesteros, hasta el 19 de mayo.

La muestra en realidad es una suerte de recorrido conceptual de fuera hacia dentro, de la luz hacia la sombra y de nuevo a la luz, comenzando en los jardines para después internarse en lo que fuera una cisterna-aljibe ya en desuso. Al aire libre nos topamos con una serie de marcos sembrados a lo largo de un sendero vegetal que capturan transitoriamente sombras vivas, mutantes, que se les imponen a los visitantes como dibujos naturales.

En su “opus magnum” dedicada a la política y sus formas de organización, “República” (Libro VII), Platón alude a la alegoría de “la caverna”, ese útero primigenio que nos protegió de las asechanzas de la naturaleza durante la prehistoria, y donde conocimos por espejo nuestra circunstancia fenoménica solo a partir de las sombras proyectadas en los muros y bóvedas de las cuevas por la iluminación de las antorchas.

Esclavos de nuestras limitaciones éramos incapaces de comprender el fuste de la tierra encadenados en nuestro alojamiento, atenidos a conocer mediante representaciones.

En el texto de sala Antonio Outón lo describe con precisión y elegancia: “Las sombras son también una presencia-ausencia, una referencia, una huella de algo, alguien que se hace presente virtualmente sin estar. Aquí de nuevo, las sombras son una puerta, un
pasaje a lo imaginativo, lo fantástico, el asombro y la sorpresa. Marit, en sus dibujos y pinturas siempre va dejando que la intuición detone, que la adivinanza mande, y que lo inesperado ocurra.

En sus propias palabras, y en contra de la idea del arte contemporáneo de problematizar, “sencilliza”, hace que en sus procesos todo fluya, y nada sea imposible”.

Con notable agudeza y refinamiento esta cronista de utopías, creadora madura que atraviesa su mejor momento, nos invita a transgredir las fronteras del pensamiento, de la comodidad social, del no-pensar, para arriesgarnos en la postulación-construcción de nuestro destino.

Aprender a ver, decodificar lo visible, reinterpretar lo visto, pues única y exclusivamente así nos adueñaremos de nuestro tiempo, siendo responsables de convertir nuestros sueños en experiencias vitales, en patrimonio filosófico y placer estético. Hacer de la curiosidad y el juego procedimientos de aprendizaje, mecanismos de liberación. Marit nos comparte su intuición cósmica: no todo lo que brilla es oro, hay que reaprender a mirar.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM 

MAAZ