LA NUEVA ANORMALIDAD

Señas obscenas

El uso del lenguaje de señas del candidato presidencial por Movimiento Ciudadano en el debate televisado resume lo ocurrido el pasado domingo: políticos que apostaron sólo por el lucimiento

OPINIÓN

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Créditos: Especial

Pocas cosas me ponían de peor humor de niño que la solicitud de mi madre o mi abuela de hablar francés para la visita. Ya desde entonces mi francés era tan bueno como mi ejecución al piano mala; sin embargo, mil veces prefería acometer “Tambores indios” –ese clásico cansino del Enseñando a tocar a los deditos– que “hablar francés” para las tías.

Supe a temprana edad que la ejecución musical es para el espectáculo –toque Yo Yo Ma o yo mero– pero las lenguas son herramientas para comunicarse, no para farolear. No habría tenido objeción en que se me conminara a recitar a La Fontaine, a leer en voz alta a Alphonse Daudet, a representar una escena de Molière, a cantar a coro con Trénet. Pero “hablar francés” así, a pelo, habría supuesto a un tiempo hacer el tonto y faltar al respeto a una lengua y a sus hablantes, rebajarla de vehículo de expresión de ideas a truco de animal amaestrado. También habría significado interrumpir el intercambio con mis interlocutores
en aras del lucimiento personal.

Es lo que ocurrió en el primer debate presidencial al candidato de Movimiento Ciudadano con la lengua de señas mexicana.

El encuentro en su totalidad fue transmitido con traducción simultánea a dicha lengua, lo que constituye una buena práctica cívica como mediática. (Quiero esperar que ese aspecto de la producción haya sido de calidad superior al manejo de los cronómetros.)

Así, el público sordo estaba enterado del nombre de cada debatiente –que también figuraba en las plecas que acompañaban cada medium shot– y de que el abanderado de MC pretende encarnar “lo nuevo”. ¿A efecto de qué buscó entonces expresar justo eso en lengua de señas en una de sus intervenciones?

Es de suponer que de “hacerse cercano” a tal segmento de la sociedad, a la manera de las estrellas pop que claman desde el escenario “¡Holaaaa Mecsicoooou! ¡Yo soy muy contento estar acuiii!”, lo que concita el paroxismo de las quinceañeras –si quien saluda es, digamos, Harry Styles, no un político– pero no hace sentir a nadie particularmente tenido en cuenta como ciudadano, y menos representado. En el bloque dedicado a diversidad e inclusión más se habría agradecido una propuesta para capacitar docentes de educación básica en el dominio de esa lengua –cuando la tasa de analfabetismo de esa comunidad es de 19 por
ciento–, expresada en llano y convencional español, traducida por un profesional ya reclutado y a cuadro.

El episodio se antoja una parábola del debate todo. Candidatos que juegan con cartulinas y banderas, que no debaten políticas públicas sino improvisan spots, que tienen poco interés en representar a los ciudadanos y mucho en defender lo indefendible en una gestión pasada o en usar epítetos de telenovela.

Nadie fue a debatir sino a lucirse. Acaso por ello los tres hayan lucido tan mal.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG Y THREADS: @NICOLASALVARADOLECTOR

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