APUNTES DE GUERRA

De calumnias y campañas, o campañas de calumnias

Las campañas nunca se han caracterizado por su pulcritud ni por su apego a la verdad, y la “campaña negativa” es tan antiguo como la política

OPINIÓN

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Gabriel Guerra / Apuntes de Guerra / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Comienzan las campañas, queridos lectores, y con ellas la pantomima política de cada tres o cada seis años. Candidatas y candidatos a unos veinte mil cargos de elección popular harán circo, maroma y teatro para intentar congraciarse con los votantes y obtener su voto. Si calculamos un promedio conservador de tras aspirantes por cada cargo, tenemos a sesenta mil candidatos. Si a cada uno le adscribimos a familiares directos, amigos del alma, compadres y, para los que van por puestos más picudos, asesores, publicistas y encargados de redes sociales, terminamos con una auténtica legión de participantes directos en el proceso electoral, sin contar a los y las ciudadanas que trabajarán -muchos de manera voluntaria- en la organización, ejecución y vigilancia de los comicios. 

¿Una fiesta ciudadana? Eso debería ser, pero por alguna razón los procesos electorales en nuestro país se asemejan más a un concurso de majaderías y escupitajos de un jardín de niños, con perdón de los niños. Candidatos prometerán el oro y el moro, pero más que en propuestas serias concentrarán su tiempo y energía en atacar a sus rivales, al árbitro, al gobierno actual o a los anteriores, a los medios, a los encuestadores y -sobra decirlo- a quienes nos dedicamos a opinar.  

Hasta ahí todo normal: las campañas políticas nunca se han caracterizado por su pulcritud ni por su apego a la verdad, y el concepto de la “campaña negativa” es tan antiguo como la política misma. Hay quienes defienden esa práctica, señalando la importancia de contrastar no solo los planes sino también a las personas, como lo señala John G. Geer en su libro “In Defense of Negativity: Attack Ads in Presidential Campaigns”, donde argumenta que al atacarse los candidatos y provocar dudas acerca de las aptitudes del rival, los votantes y por ende la democracia se benefician. 

Es una visión basada en la moral protestante estadounidense de que la verdad es EL atributo principal de los políticos, y en ese sentido es casi kantiana, pues parte de la premisa de que los candidatos y sus campañas dirán la verdad. La mera afirmación provoca risa. 

Es mucho más adecuada la frase “Calumnia, que algo queda”, acuñada por Francis Bacon en el siglo XVII y que bien podría ser el título de muchos manuales de campaña hoy en día. Nada nuevo bajo el sol, con una excepción: si al ejercito de candidatos, asesores y parientes sumamos a los millones de usuarios de redes sociales, el universo del activismo de campaña (y por lo tanto de las mentiras/calumnias) es enorme, incalculable en sus efectos y sus alcances.  

¿Qué nos queda ante eso? Ser prudentes y cautelosos en lo que decimos y en lo que replicamos. Recordar que las redes sociales y las aplicaciones de mensajería son instrumentos de propaganda, y decidir si queremos o no ser calumniadores, o repetidores de calumnias, que viene a ser casi lo mismo.  

Vale la pena considerarlo, para no convertirnos en aquello que criticamos. 

POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS

GGUERRA@GCYA.NET  

@GABRIELGUERRAC

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