A FUEGO LENTO

Salinas vs. AMLO ¿en qué se parecen 1994 y 2024?

Cascadas de especulaciones hay en torno a Sheinbaum, en caso de ganar la Presidencia, parecidas a las que se dieron con Zedillo, quien, para legitimarse, metió a la cárcel al hermano de Salinas

OPINIÓN

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Alfredo González / A Fuego Lento / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Hoy, como nunca, se estigmatiza y agrede políticamente a una mujer que podría llegar a ser la primera presidenta de México. Se habla poco de sus capacidades, pero se le da mayor peso a la idea de que será un títere de Andrés Manuel López Obrador.

Eso y cosas peores se dicen de Claudia Sheinbaum. Se le ataca con una intención meramente electoral, soslayando el poder que alcanzará en cuanto tome la Silla del Águila.

Sus malquerientes especulan que AMLO seguirá en el poder, haciendo de las suyas porque la mayoría de quienes contenderán en la elección del 2 de junio le deben su candidatura a él.

Es más, han llegado a decir que cuando el mandatario ya no esté en Palacio los morenistas acabarán cometiendo actos de canibalismo. El movimiento quedará a la deriva, porque el tabasqueño es la única razón de su existencia. 

Lo cierto es que muchos opinólogos o comentócratas alimentan esa narrativa sin reparar en la historia reciente de nuestro país. Y más a propósito de los 30 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio. 

En 1994, el todopoderoso Carlos Salinas de Gortari impuso al político sonorense como su sucesor, pero los planes cambiaron cuando Mario Aburto lo asesinó en Lomas Taurinas. 

Eso provocó una de las peores crisis en el partidazo. Por lo que Salinas no tuvo más remedio que echar mano de Ernesto Zedillo. A contrapelo de las fuerzas vivas del PRI, lo impuso como el candidato emergente. 

En aquel momento, muchos como ahora con Claudia, de pelele no bajaban al doctor Zedillo Ponce de León. Le dijeron títere y marioneta, a pesar de que un sector de los tecnócratas lo reconocía como un gran prospecto. Con ese estigma y un voto de miedo, el nuevo candidato priista ganó la elección presidencial.

Rindió protesta, pero en cuanto le colocaron la banda presidencial, no solo cambió su semblante, sino que impuso una “nueva” forma de gobernar.

Responsabilizó a su exjefe del trágico “error de diciembre” que pasó a perjudicar a millones de mexicanos y golpeó económicamente las finanzas públicas y privadas.

Pero eso quedó como algo menor cuando emprendió una cacería contra los cercanos a Salinas y terminó por meter a la cárcel a su hermano Raúl.

El pelele (como incluso llegó a decirle AMLO) obligó al poderoso expresidente a realizar una huelga de hambre en una choza de Nuevo León.

No consiguió nada el exmandatario. Terminó por autoexiliarse todo el sexenio en Dublín, Irlanda, donde hizo vida con una segunda familia.

Ya pasaron los sexenios de Fox, Calderón y Peña, y está por concluir el de López Obrador. Y, si alguien no aprendió la lección, sería bueno repasar aquel tramo de la historia.

Zedillo demostró que el poder no se comparte, se ejerce; que quien porta la banda presidencial no es pelele ni marioneta de nadie. Que el presidente tiene en sus manos el poder del Estado para hacerlo valer contra todos y todo. Que nadie, por más popular que sea, puede poner en tela de duda la investidura presidencial.

Que la ley y las instituciones están a su merced y que si alguien tiene la peregrina idea de promover la revocación de mandato u otras ocurrencias, de un plumazo o un decreto, podría derogarlo.

Y por si fuera poco, bastaría con echar a andar a los sabuesos del SAT o la UIF para investigar negocios de hijos u otros parientes.

En pocas palabras, quien piense que será fácil mangonear a la próxima presidenta vive en el error, como en su momento vivió Carlos Salinas y su séquito de aplaudidores.

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Y como dice el filósofo… Nomeacuerdo: “El poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes son realmente".

POR ALFREDO GONZÁLEZ CASTRO

ALFREDO.GONZALEZ@ELHERALDODEMEXICO.COM     

@ALFREDOLEZ


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