TECHOS DE CRISTAL

Al silenciar perdemos todas

Resulta desacertado hablar de feminismo latinoamericano sin mencionar a Marcela Lagarde

OPINIÓN

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María Milo / Techos de Cristal / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

El delito de feminicidio en el código penal mexicano, las investigaciones sobre lo que sucedió con Las Muertas de Juárez, y la palabra sororidad junto con sus implicaciones, son algunas de las valiosas aportaciones de la antropóloga e investigadora mexicana.

Su lucha por erradicar la violencia machista la ha llevado a participar en foros por todo el mundo. Tal como sucedió la semana pasada, cuando fue invitada a la Universidad Complutense de Madrid para hablar sobre la violencia estructural contra las mujeres.

Durante los últimos años ha recibido críticas entorno a su postura sobre la preocupación que le genera el movimiento queer, pues considera que contrapone los avances de las mujeres al eliminarlas como el sujeto del feminismo.

Bajo la molestia de estos argumentos, el miércoles pasado un grupo de personas con banderas del colectivo trans y no binario interrumpieron el acto en la universidad de manera violenta, señalándola como delincuente y ejerciendo violencia contra ella y las mujeres que acudieron a escucharla.

Bien es cierto que desde sus inicios, el feminismo ha sido adoptado por grupos con puntos de vista diferentes sobre el camino por el que debería dirigirse. Por esto mismo, las contradicciones que han surgido a raíz de esto deben abordarse con conciencia de su complejidad y lejos de la polarización y los lugares comunes. 

Aún así, independientemente de lo que el colectivo haya abogado, la violencia no debería de ser tolerada nunca. Porque lo que se permite, se repite. De nada sirve crear diálogos dentro de un debate universitario, si después no somos capaces de escuchar ideas que se contraponen a las nuestras.

El derecho a expresarse no es un acto de libertad cuando es guiado por la violencia que atenta contra la libertad de expresión. Este suceso expone la mentira que nos contamos sobre el mundo que estamos construyendo: el de una sociedad que crea espacios para opiniones divergentes. 

Es como si construyéramos puentes sin realmente tener la intención de cruzarlos. De esta manera solo conseguimos alejarnos del intelecto basado en la ciencia, que es el que tiene el poder de crear cambios y abrir conversaciones sin cancelar ni crear censura.

El caso de Chimamanda Ngozi Adichie en 2017 resulta familiar. Cuando luego de estar envuelta en una polémica similar dio explicaciones mediante su ensayo Es Obsceno: Un Verdadero Reflejo en Tres Partes, exponiendo su preocupación por la epidemia de autocensura que estamos viviendo hoy: “Atenta contra la evolución intelectual y cultural de la humanidad”, afirmó.

El miedo a ser cancelados solo lleva por el camino del silencio, y lo más peligroso es que no solo calla a la persona que habla, sino que crea un ambiente negativo que desalienta a todos los demás de opinar o incluso reflexionar. Y cuando nos roban el derecho a pensar por nosotros mismos, ya perdimos todos como sociedad.

Independientemente de lo que hayan argumentado en la interrupción del debate universitario, resulta hipócrita violentar a la persona cuyo mismo trabajo es citado para protegerse y defender sus derechos.

La violencia es un elemento esencial de las estructuras patriarcales, y sin importar lo que cada región o grupo le pida al feminismo, usarla significa adueñarse de la herramienta contra la que tanto se ha luchado por erradicar.

Por María Milo
BLOG: www.mariamilo.mx
IG: @mariaamilo

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