LA ENCERRONA

El destino Haitiano

Según datos de la ONU, en Haití cohabitan alrededor de 200 pandillas y estas han generado el desplazamiento de 315 mil personas haitianas

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“El destino puede cambiar, nuestra naturaleza nunca” Arthur Schopenhauer

Se suele decir que -origen es destino-. Parece que esta máxima retrata bien a Haití. Esta nación antillana es la más longeva en América solo después de Estados Unidos, sin embargo su independencia en 1804 le ha costado durante toda su vida como nación. En el proceso sus largas dictaduras y su paupérrimo marco institucional han decantado en la muerte de varios líderes, siendo el último en 2021, cuando a Moïse lo asesinaron mercenarios colombianos a las afueras de su domicilio en Puerto Príncipe, desde entonces Haití se encuentra acéfalo, pues quien ocupó su lugar, el primer ministro Ariel Henry, solo duró en el cargo interino una semana.

La falta de mandatario no es el único problema de Haití, en momentos donde los hubo, los Duvalier, “Papa Doc” y Baby Doc” padre e hijo, respectivamente, implementaron una férrea dictadura con su “ejército” personal, los “tonton macoutes” quienes durante casi tres décadas se desempeñaban en aterrorizar a la sociedad, a cobrarles impuestos “informales” y a desaparecer y asesinar ciudadanos. De esta práctica proliferaron el surgimiento de pandillas, primero como defensa y posteriormente realizando actos delictivos, como ser el trasiego del tráfico de drogas de los cárteles colombianos desde la década de los 80 y en los últimos años actuando muy similar a bandas del crimen organizado. 

Según datos de la ONU, en Haití cohabitan alrededor de 200 pandillas y estas han generado el desplazamiento de 315 mil personas haitianas. De este número de grupos delictivos tienen que -ser parte- de dos fuerzas predominantes la G9 y Familia, encabezada por Jimmy Chérizier y la G-Pep, liderada por Gabriel Jean-Pierre. Según datos de Insight Crime, la G9 estaba vinculada al partido político de Moïse y Henry, el Partido Haitiano Tèt Kale (PHTK), de quienes recibían protección y recursos a cambio de “estabilidad” en las calles de la capital y votos.

Aunado a todo este caldo de cultivo, Haití vive, desde su origen, sumido en la pobreza, es la nación más pobre del continente; su debilidad ante desastres naturales (en 2010 murieron más de 250 mil habitantes); la desnutrición y el analfabetismo (aproximadamente 40 %). Con todo esto, desde hace décadas, el pueblo y el gobierno haitiano se acostumbró a vivir de las ayudas humanitarias, cuestión que provoca, por un lado que el gobierno no genere ningún beneficio para la sociedad y, por el otro lado de la moneda, la sociedad se acostumbró a vivir sin Estado. Una máxima política es que los vacíos tienden a llenarse de manera más ágil por los grupos organizados que poco tienen que ver con la legitimidad, ni legalidad en este caso.

En la actualidad, Haití vive los días más bajos de su historia y lo peor es que no se ve la luz al final del túnel. Su origen lo marcó, no pudieron hacerse cargo de cambiar su destino y, pareciera, que su naturaleza lo define. La primer nación independiente de Latinoamérica no ha podido salir de su propio laberinto. Una solución urgente es intervención de organismos internacionales, pero en esta ocasión con la visión de arreglar el problema de raíz y no solo con este lado soft de ayuda humanitaria. Para poder cambiar el destino haitiano se requiere establecer el orden y fincar desde cero las bases democráticas. 

POR ADRIANA SARUR

COLABORADORA

ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM  

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