MALOS MODOS

Desdesaparecidos

Como México no hay otro: somos un país único, irrepetible, dueño de costumbres que no se ven en el resto del mundo

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Como México no hay otro: somos un país único, irrepetible, dueño de costumbres que no se ven en el resto del mundo. Por ejemplo, hace un par de días, gracias a la secretaria de Gobernación, nos enteramos de que somos un pueblo al que le gusta mucho desaparecer así, de pronto, sin agua va, en plan “Orita vengo, flaca. Voy a comprar cigarros”.

Nos dijo Luisa María Alcalde, palabras más, palabras menos, que el problema de las desapariciones en México va en camino de resolverse. Que el número sigue siendo importante, hay que reconocerlo, porque andamos sobre las 100 mil, pero que también bajó considerablemente, nada menos que en unos 20 mil casos, de sopetón, porque resulta que esas personas constituían, en su mayoría, “ausencias voluntarias”. En resumen, el gobierno Federal ha reclasificado un montón de nombres y apellidos. Es la muy exitosa estrategia de los “desdesaparecidos”.

Por eso, porque se van de sus casas debido a que les da la gana, es, imagino, que el Presidente de la República, padre fundador y primerísimo representante del Humanismo Mexicano, no sólo opta por no recibir en Palacio Nacional a Ceci Flores, madre buscadora, sino que se permite decirle que la pala que llevó para que el titular de Ejecutivo “haga su trabajo, porque esta pala no debería estar en mis manos nunca” –un “simbolismo”, como le gusta decir al oficialismo con todo lo que hace el Presidente, brutal–, “me la deje aquí”.

O sea, es por eso que se permite dejarse ir con un categórico “Me vale madres”, que debe ser a lo que se refieren en la comentocracia oficialista con el regreso de la sinceridad a la política. Como todas las personas con sentido de la ironía, doña Ceci es inteligente, porque 24 horas después se presentó en Palacio vestida de beisbolista y le preguntó al Supremo si  a ver si así “me deja pasar”. Pero la respuesta no cambió. Ni para ella, ni para ninguna buscadora.

En efecto, el Palacio es un lugar muy manga ancha con las admisiones, que incluyen moneros para la paella, a Epi con su camarota y sus 100 y pico millones, a Solalinde y, sí, a más de un beisbolista, pero que te deja ir a los cadeneros cuando sufriste la pesadilla de perder a un familiar.

México, desde 2018, no sólo tiene “desdesaparecidos”. Tiene también “desasesinados”, en un sexenio que rompió el récord de homicidios de los dos anteriores, y, con la pandemia, “descontagiados”, según podemos recordar. El problema, claro, es que, como los asesinados y los 800 mil compatriotas muertos por el Covid y sus consecuencias, los desdesaparecidos no desaparecen realmente.

Lo vemos todos los días: brotan de fosas terribles, gigantescas, en casi cualquier rincón del país. Quienes las descubren, efectivamente, no viven en Palacio Nacional. “Bateados, no desenterrados” es un buen epitafio para el sexenio que termina.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

MAAZ