ENVÍO DIPLOMÁTICO

El retorno

Tal vez sólo falte la chispa ideológica que incendie esta suma de factores. Por lo pronto, aún podría haber políticas públicas para atender las contradicciones que alimentan la tensión

OPINIÓN

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David Nájera / Envío Diplomático / El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Luego de la desaparición de la Unión Soviética la recomposición de las relaciones internacionales generó la impresión de un bando ganador, el de Estados Unidos, el libre mercado y su entronización como única potencia reguladora de la violencia a nivel planetario.

Esta percepción duró apenas 10 años, pues el activismo del terrorismo islámico desestabilizó los supuestos de entendimiento entre Estados. Precisamente el que las guerras de años recientes pasen mayormente por actores o fuerzas no estatales han hecho que una guerra “convencional” como la invasión rusa a Ucrania parezca incomprensible, incluso en sus objetivos últimos y por ello se alimente la percepción de que una derrota ucraniana impulsaría la expansión rusa hacia otros territorios.

La respuesta “convencional” de Estados Unidos para generar una invasión multinacional a Afganistán y otra a Irak sólo sembró la inestabilidad en toda una región de la que posiblemente el mayor beneficiado haya sido Irán. De la mano, el aislacionismo estadounidense que además en años recientes ha representado Donald Trump, parte del supuesto de creer en una supremacía militar y unas fronteras controlables. Pero en la historia, atrincherarse nunca ha sido una efectiva acción ofensiva ni una garantizada tranquilidad.

En un momento en el que de nueva cuenta los actores estatales parecen acomodarse en visiones antagónicas, China, Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea y otros actores de diversa estructura pugnan su propio acomodo en el escenario: el terrorismo islámico, los nacionalismos recalcitrantes, el cambio climático, la pobreza endémica, la escasez de recursos, son todos ellos factores que los estados nación no parecen poder solucionar. 

Tal vez sólo falte la chispa ideológica que incendie esta suma de factores. Por lo pronto, aún podría haber políticas públicas para atender las contradicciones que alimentan la tensión.

Los huracanes revolucionarios con regularidad dan pie a regímenes totalitarios, aquellos que se encaraman por sobre los muertos y la destrucción y se erigen en “salvadores de la Patria”. 

En años recientes tenemos varios ejemplos en los que ese proceso se ha dado sin violencia extendida, en los regímenes liberales el apalancamiento en el poder se ha dado luego de procesos democráticos, a los que sigue el control de las instituciones electorales, de los medios de comunicación y la corrupción mediante la suma cómplice a los negocios del Estados de las propias instituciones y sus burocracias, civiles o militares. 

En la medida en la que la complicidad se extiende, la narrativa oficial normaliza el nuevo estado de cosas a cambio de estabilidad social y un mínimo de empleo. Hay casos en América Latina en la que ni un mínimo de bienestar ha habido pero el control ya era total.

Ante ese escenario de un nuevo modelo de gobierno, la acción de países que se han visto como líderes de un modelo democrático se percibe alejada de la problemática específica de la periferia. En casos como la Unión Europea el haber sumado a esa periferia a su conjunto supranacional, lo que pareció buena idea a la luz del fin de la Guerra Fría, hoy parece en varios casos una carga pesada que debilita el proyecto unionista.

Más en todos los casos lo que tenemos es un interactuar de personalidades, de distinto calado, pero a cargo de la toma de decisiones. Si a esos jugadores políticos le sumamos la inconmensurable ambición de las clases políticas, podremos comprender porque las sociedades somos testigos casi mudos del retorno de los parámetros de la confrontación bipolar mientras las contradicciones locales que dan paso a la violencia siguen sin solución.

Es en el vacío de las ideas y la ausencia de liderazgos que la violencia fluye como alternativa a la ineficiencia de las instituciones. Por ahora ese parece ser el caldo de cultivo de la creciente tensión internacional que a todos nos impacta.

POR DAVID NÁJERA
EMBAJADOR DE MÉXICO. PRESIDE LA ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO

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